EL PAN DE VIDA
Elías
fue elegido para ser el defensor del Dios único frente a la imposición política
de los ídolos extranjeros. Pero fue elegido también para ser el defensor del
pobre aplastado por los poderosos. Esa doble misión del profeta no había de ser
fácil. De hecho lo lanzó a los caminos del desierto para defender su propia
vida.
Gracias
al pan y el agua que el ángel le muestra, Elías puede seguir su camino durante
cuarenta días hasta el Horeb, el monte de Dios (1 Re 19,4-8). El profeta es el
icono del creyente que sigue con fidelidad al Señor. El pan y el agua
significan aquí la providencia y la fidelidad de Dios al que ha elegido para
una arriesgada misión.
El
desierto es la tierra del despojo. Y de la más profunda verdad del ser humano.
El desierto fue para el pueblo de Israel el lugar del encuentro con su Dios.
También lo es para Elías. En un caso y el otro, el pan y el agua son los medios
imprescindibles para vivir y afrontar la vida con valentía y disponibilidad
ante el Señor.
VENIR
A JESÚS
El
evangelio de hoy recoge la reacción de los judíos a las palabras con las que
Jesús se revelaba como el pan bajado del cielo. “¿Cómo dice que ha bajado del
cielo?” Los judíos no pueden reconocer como venido del cielo a un hombre cuyos
orígenes terrenos creen conocer.
Jesús
no parece extrañarse por esa desconfianza. Conoce bien de dónde brota. No se la
reprocha, pero les indica el camino recto para llegar a Él. El texto emplea
para ello una frase negativa y otra positiva, en las que se contraponen el
“nadie” y el “todos”:
•
“Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado”. Es imposible
llegar a reconocer y aceptar por las propias fuerzas el mesianismo de Jesús.
Venir a Jesús es la clave y el sentido de la fe cristiana.
•
“Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. Escuchar
humildemente al Padre celestial y dejarse guiar por su voluntad: ése es el
requisito y la condición para venir a Jesús.
VIVIR
PARA SIEMPRE
El
enviado por el Padre se presenta a sí mismo como el pan de la vida: “Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. Esa es el núcleo de
nuestra fe.
• “Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo”. En la memoria permanece el recuerdo del maná del
desierto. Jesús es el nuevo maná que el Padre ha entregado al pueblo de la
nueva alianza. Gracias a él puede
sostenerse en su peregrinación.
• “El que coma de este pan vivirá para
siempre”. Los que se alimentaron del maná pudieron satisfacer su hambre, pero
al fin murieron. En cambio, quien se alimenta del pan del Señor vive para
siempre.
• “El pan que yo
daré es mi carne, para la vida del mundo”. El pan que Jesús ofrece a su pueblo
es su propia carne. Es su propia vida que entrega por él. Es decir, por su
pueblo y por todo el mundo.
- Señor Jesús,
creemos que eres el Mesías enviado por Dios. Que el la fe nos ayude a buscarte
y encontrate. Y que tu pan nos mantenga en la vida sin fin que brota de ti.
Amén.