PABLO VI Y EL AMOR CONYUGAL
El Concilio Vaticano II prestó una constante
atención a los problemas actuales de las personas y de la sociedad. Es importante
el análisis del amor conyugal que contiene la Constitución Pastoral sobre la
Iglesia en el mundo de hoy, especialmente en el contexto de su reflexión sobre
el matrimonio y la familia (nn. 48-52).
El Concilio
recuerda la dignidad del amor conyugal, que por ser humano, único y personal
(GS 49 b). Los actos propios del amor
conyugal, si son ejecutados de forma humana, "significan y favorecen el
don recíproco" en gozosa gratitud (GS 49b) y se orientan a la procreación
y educación de la prole (GS 50a).
Pues bien,
en este contexto se sitúa la reflexión de la encíclica Humanae vitae, publicada por Pablo VI el 25 de julio de 1968. Antes de considerar el problema del control
de los nacimientos y la anticoncepción, esta encíclica ofrece unas interesantes reflexiones
antropológicas sobre el amor conyugal.
• Se trata,
en efecto, de un amor plenamente humano.
No es una observación banal. En efecto, el amor conyugal es una experiencia
integral. Es sensible y espiritual al mismo tiempo, en cuanto integra y plenifica
la dimensión psicosomática de la persona humana.
• Se trata,
además, de un amor total. Un amor
parcelado nunca puede reflejar la grandeza del ideal conyugal. El amor que une
a los esposos se caracteriza por el deseo y el compromiso de compartir la existencia. De hecho, constituye una forma peculiar de
amistad personal y de entrega sin reservas entre los cónyuges.
• Es el
suyo un amor exclusivo. Cada uno de los cónyuges puede
haber conocido diversas experiencias de amistad a lo largo de su vida. Pero la
entrega esponsal incluye una forma de exclusividad que supera todas las otras
experiencias relacionales.
• Es un
amor fecundo,
al menos en la intención original. El amor conyugal no se agota en la comunión
entre los esposos, sino que está llamado a prolongarse en la nueva vida de los
hijos (nn. 8.9).
• Finalmente,
el amor de los esposos es un amor fiel hasta
la muerte. Vivimos en el imperio de lo efímero.
O en un tiempo marcado por el consumo y el descarte. Pero el amor verdadero ha
de incluir la definitividad. Entregar el amor es entregarse, ofreciendo a la
persona amada lo mejor que tenemos: el tiempo. El tiempo que es la vida.
En una
película sobre Pablo VI, su secretario le informa de las críticas que ha
suscitado su encíclica “sobre la píldora”. El Papa responde con una mirada de
asombrada sencillez que no ha escrito una encíclica sobre la píldora, sino
sobre el amor.
Pues bien,
esta era la reflexión que Pablo VI deseaba ofrecer no solo a los esposos
católicos sino a todos los que se preguntan por las características
fundamentales del amor esponsal.