1. En este día de martes santo, se proclama el segundo de los poemas del siervo de Dios que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías. El texto lo presenta con los rasgos de un profeta, elegido personalmente desde las entrañas maternas para reunir a los hijos del pueblo de Dios y anunciar su salvación hasta las últimas fronteras de la tierra.
El Siervo de Dios recibe una
misión universal que trasciendo los límites y los pretendidos derechos de su
pueblo. Así le habla Dios: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación
alcance hasta el confín de la tierra”. Así pues, su vocación revela el corazón
de un Dios que desea la salvación de todos los hombres.
A los cristianos, el
recuerdo de aquel profeta misterioso nos ayuda a comprender la misión de Jesús.
Él es el profeta -y más que profeta- elegido para reunir en uno a los pueblos
que antes vivían separados.
2. El evangelio que ayer se
proclamaba recordaba el comentario displicente de Judas ante el gesto amoroso
de María de Betania que ungía los pies de Jesús con perfume de nardo.
También hoy, el evangelio de
Juan presenta un dramático contraste. Por una parte, de nuevo recuerda la
figura de Judas (Jn 13, 21-33.36-38). El escenario es ya el de la última cena
de Jesús con sus discípulos. El Maestro anuncia que uno de ellos lo va a
entregar. Untando un trozo de pan se lo dio a Judas Iscariote. El texto anota
que detrás del pan entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: “Lo que tienes
que hacer hazlo en seguida”. Después de tomar el pan, Judas salió
inmediatamente. “Era de noche”, apunta el evangelio.
Por otra parte, el mismo
texto presenta la figura de Simón Pedro. Percibe que Jesús se despide de sus
discípulos y le pregunta adónde va. En un arranque de valor, confiesa estar
dispuesto a dar su vida por el Maestro. Y Jesús le contesta: “Con que ¿darás tu
vida por mi? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres
veces”.
3. El evangelio de hoy
subraya la infidelidad de los discípulos. También nosotros hemos tratado de
seguir a Jesús, de escuchar su palabra, seguir sus pasos y vivir de acuerdo con
su mensaje.
Sin embargo, nosotros hemos
de ser conscientes de nuestras faltas y de nuestros rechazos a la voluntad de
nuestro Señor.
Con sinceridad de corazón
hacemos nuestra la oración litúrgica que hoy pronuncia la Iglesia:
“Dios todopoderoso y eterno,
concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del
Señor, que alcancemos tu perdón. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.
José - Román Flecha Andrés