1. A lo largo de la Semana Santa vamos a leer los hermosos poemas del Siervo de Dios que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías.
En este día de lunes santo, el Siervo se nos presenta
como un hombre manso y humilde. En el imperio babilónico cuando el pregonero
real rompía una caña y apagaba una lámpara, el pueblo entendía que se había
decretado una pena de muerte. Pero el
elegido por Dios no quebrará la caña cascada ni apagará la mecha vacilante”. Es
el Señor de la vida. Ha sido llamado por Dios para convertirlo en signo de su
alianza y promotor de su justicia. Él abrirá los ojos de los ciegos y sacará a
los cautivos de la prisión (Is 42, 1-7).
En esta figura misteriosa se anuncia y anticipa ya la
misión de Jesús, elegido por Dios para ser testigo de su misericordia y de su
salvación.
2. La lectura del evangelio según san Juan (Jn 12,1-11) nos dice que seis días antes de
la Pascua fue Jesús a Betania. Allí se encuentra con sus amigos Lázaro, Marta y
María. El ambiente tiene el aire de una despedida, marcada por un dramático
contraste.
Por una parte se recuerda el costoso perfume de nardo,
con el que María unge amorosamente los pies de Jesús. El gesto anticipa de
alguna manera su sepultura, como el mismo Jesús declara.
Pero, frente a la delicadeza de los amigos, se oye la
amarga crítica de Judas, escandalizado del homenaje que se tributa a su
Maestro. Anticipando un cinismo que se repetirá a lo largo de los tiempos,
Judas aparenta preocuparse por los pobres, precisamente él, que es recordado
como ladrón por el mismo evangelista.
Al mismo tiempo se nos advierte de que el fin de Jesús
está próximo. Baste para recordarlo la conjura
de los sumos sacerdotes, decididos a matar no sólo a Jesús sino también a Lázaro, a quien el Señor ha
devuelto a la vida.
3. También nosotros nos
encontramos hoy a seis días de la celebración de la fiesta de Pascua. Todo nos habla ya de los acontecimientos que
vamos a celebrar en esta semana.
Esperamos que, también en
nuestro mundo y en nuestras comunidades, el Señor se vea confortado por los
gestos afectuosos y hospitalarios de sus amigos. Y deseamos que el amor al
Señor no nos haga olvidar a los pobres con los que él se identifica.
Con un corazón conmovido,
hacemos nuestra en este lunes santo la oración litúrgica de este día:
“Dios todopoderoso, mira la
fragilidad de nuestra naturaleza y levanta nuestra débil esperanza con la
fuerza de la pasión de tu Hijo”. Amén.
José- Román Flecha Andrés