domingo, 5 de junio de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 11 de junio de 2016

                                                   
DAR DE BEBER AL SEDIENTO

 1. Junto al azote del hambre, la lista de las obras de misericordia menciona también la  amenaza de la sed.  La  industria y la moderna urbanización han requerido grandes cantidades de agua.
Algunos pueblos y algunas regiones de un mismo país, desvían el curso de los ríos e impiden a sus vecinos un suministro de aguas como el suyo. Algunos conflictos están ya siendo motivados por el deseo de controlar el abastecimiento de aguas.
Hasta hace poco podíamos ofrecer un vaso de agua fresca a quien lo pedía.  Hoy, las grandes empresas multinacionales han privatizado el agua de los manantiales. El agua se ha comercializado y se ha encarecido notablemente.
  Todos los pueblos tienen derecho al suministro de aguas limpias e incontaminadas. Y todos tenemos el deber de utilizar las aguas con responsabilidad. 
Así pues, esta segunda obra de misericordia alcanza dimensiones nuevas que trascienden la buena voluntad de las personas individuales.

2. En la literatura sapiencial se dice que “el hombre generoso prosperará, quien sacia la sed será saciado” (Prov 11,25). 
  Junto al pozo de Jacob Jesús inicia el diálogo con la samaritana, confesando su propia sed: “Dame de beber” (Jn 4,7). De esa petición Jesús pasa a ofrecer una promesa: El que beba del agua que él dará nunca más tendrá sed (Jn 4,14).
  Durante la fiesta de las Cabañas Jesús exclamó: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba el que cree en mí. Como dice la Escritura, de su seno brotarán torrentes de agua viva” (7,37-38). El que daba el pan de la vida, ofrece también el agua de la vida. Sólo su palabra puede calmar la sed.
Según la profecía de Jesús, seremos evaluados en el juicio final por haber dado de beber al sediento o haberle negado esa ayuda (Mt 25, 35.37).
 
3. En su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común, el papa Francisco afirma que “el agua es un recurso escaso e indispensable y es un derecho fundamental que condiciona el ejercicio de unos derechos humanos” (LS 185).
Esta obra de misericordia se ha convertido hoy en una obra de justicia social. Entre las causas que contribuyen a mantener el subdesarrollo y la pobreza en el mundo, está la falta de agua potable. Los desiertos avanzan. Y los pobres son los más perjudicados por los cambios que  causamos o no evitamos en la creación.
 Ahora bien, la experiencia humana de la sed nos lleva, ante todo, a confesar que Dios es la meta de toda verdadera aspiración humana. De paso, nos lleva a la contemplación agradecida por el don de la fe que Dios nos ha otorgado por Jesucristo. Y a seguir a Jesucristo e imitar al que nos ha ofrecido el agua de la vida.
                                                                               José-Román Flecha Andrés