DAR DE BEBER AL SEDIENTO
1. Junto al azote del hambre, la lista de las
obras de misericordia menciona también la
amenaza de la sed. La industria y la moderna urbanización han
requerido grandes cantidades de agua.
Algunos
pueblos y algunas regiones de un mismo país, desvían el curso de los ríos e
impiden a sus vecinos un suministro de aguas como el suyo. Algunos conflictos
están ya siendo motivados por el deseo de controlar el abastecimiento de aguas.
Hasta
hace poco podíamos ofrecer un vaso de agua fresca a quien lo pedía. Hoy, las grandes empresas multinacionales han
privatizado el agua de los manantiales. El agua se ha comercializado y se ha
encarecido notablemente.
Todos los pueblos tienen derecho al suministro
de aguas limpias e incontaminadas. Y todos tenemos el deber de utilizar las
aguas con responsabilidad.
Así pues, esta
segunda obra de misericordia alcanza dimensiones nuevas que trascienden la
buena voluntad de las personas individuales.
2.
En la literatura sapiencial se dice que “el hombre generoso prosperará, quien
sacia la sed será saciado” (Prov 11,25).
Junto al pozo de Jacob Jesús inicia el
diálogo con la samaritana, confesando su propia sed: “Dame de beber” (Jn 4,7).
De esa petición Jesús pasa a ofrecer una promesa: El que beba del agua que él
dará nunca más tendrá sed (Jn 4,14).
Durante la fiesta de las Cabañas Jesús
exclamó: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba el que cree en mí. Como
dice la Escritura, de su seno brotarán torrentes de agua viva” (7,37-38). El
que daba el pan de la vida, ofrece también el agua de la vida. Sólo su palabra
puede calmar la sed.
Según
la profecía de Jesús, seremos evaluados en el juicio final por haber dado de
beber al sediento o haberle negado esa ayuda (Mt 25, 35.37).
3.
En su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa
común, el papa Francisco afirma que “el agua es un recurso escaso e
indispensable y es un derecho fundamental que condiciona el ejercicio de unos
derechos humanos” (LS 185).
Esta
obra de misericordia se ha convertido hoy en una obra de justicia social. Entre
las causas que contribuyen a mantener el subdesarrollo y la pobreza en el
mundo, está la falta de agua potable. Los desiertos avanzan. Y los pobres son
los más perjudicados por los cambios que
causamos o no evitamos en la creación.
Ahora bien, la experiencia humana de la sed
nos lleva, ante todo, a confesar que Dios es la meta de toda verdadera
aspiración humana. De paso, nos lleva a la contemplación agradecida por el don
de la fe que Dios nos ha otorgado por Jesucristo. Y a seguir a Jesucristo e
imitar al que nos ha ofrecido el agua de la vida.
José-Román Flecha Andrés