OBRAS DE MISERICORDIA EN EL CAMINO JUBILAR
El mensaje que el
Papa Francisco nos ha dirigido para la cuaresma de este Año Santo de la
Misericordia podría ser resumido en estos cinco puntos.
1.
En primer lugar, recordamos la misericordia de Dios con Israel. “Dios, en efecto, se muestra siempre rico en
misericordia, dispuesto a derramar sobre su pueblo, en cada circunstancia, una
ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos,
cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la
alianza de modo más estable en la justicia y la verdad”.
2.
En un segundo momento, el Papa evoca la
figura de María de Nazaret. “Después de
haber acogido la Buena Noticia que le dirige el ángel Gabriel, canta
proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido”.
Prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que
evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu
Santo.
3.
Después, Dios derrama su misericordia sobre Hijo hecho hombre, hasta hacer de él la «Misericordia encarnada». En
cuanto hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel y encarna la escucha perfecta
de Dios que se pide a todo judió en el texto del Shemà: «Escucha, Israel: El
Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5).
Sobre
todo, la misericordia divina se ha manifestado en Jesucristo muerto y
resucitado. “En Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al
pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se
alejó de Él”.
4.
Ahora bien, la misericordia de Dios se irradia también en la vida de cada uno
de nosotros, “impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la
tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y
espirituales”. Por estas obras nuestra
fe se traduce en gestos concretos y cotidianos. Gestos de ayuda a nuestro
prójimo en el cuerpo y en el espíritu. Sobre esos gestos seremos juzgados por
el Señor.
Recordando
la parábola evangélica del rico y el pobre Lázaro, el Papa Francisco nos
exhorta a ver al pobre que vive a nuestro lado y a reconocer mestra propia
pobreza. Esa miseria que nos lleva a usar la riqueza y el poder no para servir
a Dios y a los demás, sino para hacernos olvidar que no somos más que pobres
mendigos.
5. La
Cuaresma de este Año Jubilar es un tiempo favorable para salir de nuestra
pobretería espiritual gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de
misericordia. Tocando en el pobre la
carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la luz para
percibir que él mismo es un pobre mendigo.
Sólo en este amor se calma la sed de felicidad y de amor que pensamos
poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Así pues, no perdamos este tiempo de Cuaresma favorable
para la conversión.