Francisco Giralte. Retablo de la Capilla del Obispo, Madrid
LUNES I
Hch 2,14.22-33
Mt 28,8-15
ABRIL 6
Las mujeres se alejaron a toda
prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a
llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las
saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les
dijo: “No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y
que allí me verán”. Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la
guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo
que había sucedido. Estos jefes se reunieron con los ancianos para, de común
acuerdo, dar mucho dinero a los soldados y advertirles: “Decid que durante la
noche, mientras dormíais, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo.
Y si el gobernador se entera de esto, nosotros le convenceremos y os evitaremos
dificultades”. Los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había
dicho. Y ésa es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los
judíos.
Preparación: En el salmo 15 se
recoge la oración de un levita que, tras una crisis de fe, bendice al Señor y hace profesión de su fe en
una vida sin término: “No me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel
conocer la corrupción”. Es uno de los primeros atisbos de la fe en la vida más
allá de la muerte. Una fe que para los
cristianos se fundamenta en la resurrección de Jesucristo.
Lectura: Según el libro de
los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés, Pedro dirigió su palabra a
las gentes de Jerusalén. El núcleo de su discurso fue este: “Dios resucitó a
Jesús y todos nosotros somos testigos”. Según el evangelio, las mujeres que
habían presenciado la crucifixión de Jesús
acuden al sepulcro, muy de mañana, el primer día de la semana. Su
fidelidad al Maestro se extiende más allá de la muerte. El mismo Jesús las
invita a superar el miedo y les confía este mensaje: “Id a comunicar a mis
hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. Mientras tanto, el poder comienza
a imaginar estrategias para intentar neutralizar la fuerza de la resurrección
del Señor
Meditación: A Jesús no hay que
buscarlo en el sepulcro. Ya no está allí. Está vivo. Por otra parte, sus
discípulos lo han abandonado. Jesús quiere volver a reunirlos en torno a él. Les da cita en
Galilea, donde los había encontrado y llamado. Evidentemente, Jesús desea ayudarles a revivir aquella experiencia
inicial de encuentro y vocación. Esa es también nuestra historia. El Señor
perdona nuestra infidelidad. Nos renueva su amistad. Y quiere seguir contando
con nosotros para que prediquemos “a los fieles los vicios y las virtudes, la
pena y la gloria”, como quería San Francisco (Regla, IX).
Oración: Señor Jesús,
resucitado de entre los muertos, perdona nuestra infidelidad. Y llámanos de
nuevo a seguirte, para que podamos dar testimonio de tu vida y de tu mensaje.
Amén.
Contemplación: De nuevo contemplamos
el sepulcro vacío, mientras cantamos uno de los himnos pascuales: “Primicia de
los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no
manda”. Por otra parte, admiramos la
delicadeza de Jesús que se acerca a las mujeres que le han seguido durante su
vida y le han sido fieles hasta la muerte y más allá de la muerte. Les comunica
una gran tarea: la de reunir a sus discípulos y recomenzar la vida de la
comunidad con los que han sido llamados por él.
Acción: Leemos con calma
este relato evangélico. Y nos preguntamos si nosotros no hemos colaborado
alguna vez con los intentos de neutralizar la fuerza de la resurrección del
Señor.
José-Román Flecha Andrés