martes, 24 de marzo de 2015

LECTIO DIVINA- ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR


Anunciación del Señor, Solemnidad

Is 7,10-14; 8,10
Hb 10,4-10
Lc 1,26-38                                                                                                           MARZO 25

En aquel tiempo envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo: “¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo”. Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin”. María preguntó al ángel: “¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. Entonces María dijo: “Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!”. Con esto, el ángel se fue.

Preparación: En uno de sus sermones, San Juan de Ávila mostraba su extrañeza por la escasa importancia que concedemos al misterio de la Encarnación del Verbo de Dios: “Hoy se hizo Dios hombre por los hombres. Creed que si se hiciera piedra, que hablaran hoy las piedras, dándole gracias por tantas mercedes”.

Lectura: En la profecía de Isaías se anuncia que una doncella concebirá y dará a luz un hijo, que llevará el nombre simbólico de Emmanuel”, es decir “dios con nosotros”. En el saludo del ángel Gabriel a María sobresalen algunas palabras que evocan la alegría, la gracia y la bendición. Otras palabras se refieren al anunciado, al que  el ángel presenta como Hijo de Dios, Hijo del Altísimo y como rey del linaje de David. Y hay, finalmente otra palabra que reúne a las anteriores y las hace compatibles. Es la palabra “Jesús”. Con su solo nombre se revela la misión del hijo que se anuncia a María: “Dios es salvación”. El prefacio litúrgico proclama que “así Dios cumplió sus promesas al pueblo de Israel y colmó de manera insospechada la esperanza de los otros pueblos”.

Meditación: Hoy meditamos también las respuestas de María a las palabras del ángel. “Aquí está la esclava del Señor”. María puede recordar a los esclavos hebreos que fueron liberados de Egipto por la mano del Señor. Pero la que se considera esclava para aceptar la palabra de Dios, consigue para nosotros la verdadera libertad. “Hágase en mí según tu palabra”. La palabra del Creador repetía “hágase” e iban surgiendo los mares y la tierra, las plantas y los animales y hasta el mismo ser humano. Con su aceptación de la palabra creadora de Dios, en María se inicia la nueva creación, nacida de la voluntad amorosa de su Señor.


Acción: Hoy deberíamos preguntarnos en qué manera podemos vivir el gozo del evangelio y contribuir a la nueva evangelización que el Señor confía hoy a su Iglesia y a cada uno de los cristianos.
Oración: “Señor, derrama tu gracia sobre nosotros para que, habiendo conocido por el anuncio del ángel, la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de la resurrección. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén”.


Contemplación: Hay muchas representaciones artísticas de la Anunciación a María. Podemos elegir una de ellas para contemplar la atención que María presta a las palabras que le dirige el ángel del Señor. Siguiendo al mismo San Juan de Ávila, podemos considerar que hoy es día del remedio del mundo, pues se anuncia al Salvador; día de redención de cautivos, pues nos libra de nuestro pecado; día de desposorios entre la divinidad y la humanidad; y día de dar grandes limosnas, a la luz de la Que Dios no ha dado en Jesucristo. 
                                                                                                    José-Román Flecha Andrés