1Jn 2,29-3,6:
“Quien tiene esperanza en Él se purifica”
Jn 1,29-34:
“Este es el Cordero de Dios”
ENERO 3
Al día
siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: “¡Mirad, ése es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije:
‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que
yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua
precisamente para que el pueblo de Israel le conozca”. Juan también declaró:
“He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre
él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me
dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza
con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de
Dios”.
Preparación:
La
virtud de la esperanza nos ha acompañado durante todo el tiempo del Adviento.
Pero no puede ser olvidada. Vivimos entre el “ya” de la salvación y el “todavía
no” de la plenitud de vida que se nos promete. El Señor que ha venido a
nosotros será siempre el esperado. Nuestra oración nos lleva a acogerlo con fe.
Lectura:
La
lectura continua de a primera carta de Juan nos sorprende hoy con otra frase
tan rotunda como consoladora: “Quien tiene esperanza en Él se purifica”. La
esperanza no se centra en las cosas o en las instituciones de este mundo. No
esperamos algo. Esperamos a Alguien. Nuestra esperanza en el Señor Jesucristo
nos libera de los ídolos que nos esclavizan y nos purifica de intereses y
adicciones que nos esclavizan. Con toda razón, Juan el Bautista lo presenta
ante nuestros ojos como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Meditación:
En
nuestro mundo no es habitual hablar del pecado. Hemos encontrado mil
explicaciones para ignorarlo. Según santo Tomás de Aquino que el pecado es tal no
por ser una ofensa a Dios, sino por destruir nuestra propia dignidad. No es
nuestra opinión la que nos justifica. Tampoco nos justifica la voz de la
mayoría social. Santa Teresa escribía: “Bien sabe su Majestad que solo puedo
presumir de su misericordia”. Jesucristo es la revelación de la misericordia de
Dios. Él es el cordero de la nueva alianza. Sólo Él puede quitar el pecado del
mundo y purificar nuestra conciencia.
Oración:
Padre
nuestro que estás en los cielos y nos has revelado en Jesucristo tu amor y tu
misericordia, con las palabras del salmo te suplico humildemente: “Crea en mí,
oh Dios, un corazón limpio”.
Contemplación:
De
nuevo emprendemos una peregrinación espiritual hasta las orillas del Jordán. A
ellas bajó Josué, hijo de Nun, para introducir a su pueblo en la tierra
prometida. A ellas baja Jesús, hijo de María para abrir al nuevo pueblo de Dios
el camino de la salvación. Lo contemplamos como el Cordero de la nueva alianza,
sobre el que reposa el Espíritu de Dios. Como Juan Bautista, también nosotros
hemos de confesar que no siempre lo reconocemos. Pero hemos sido enviados a dar
testimonio del Hijo de Dios, para que nuestros hermanos del mundo lo conozcan y
vivan de su palabra.
Acción:
Podemos
preguntarnos qué estamos dispuestos a hacer en este año para ampliar nuestro
conocimiento de Jesucristo Hijo de Dios y para darlo a conocer a los demás,
como nuestro Salvador y nuestro hermano.
José-Román Flecha Andrés