martes, 6 de enero de 2015

LECTIO DIVINA-MIÉRCOLES 2ª SEMANA DE NAVIDAD. B


1Jn 3,22-4,6: “Vosotros sois de Dios”
Mt 4,12-17.23-25: “¡Volveos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”

ENERO 7

Cuando Jesús oyó que Juan estaba en la cárcel, se dirigió a Galilea. Pero no se quedó en Nazaret, sino que se fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en los territorios de Zabulón y de Neftalí. Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías: “Tierras de Zabulón y de Neftalí, más allá del Jordán, a la orilla del mar: Galilea de los paganos. El pueblo que andaba en oscuridad vio una gran luz; una luz iluminó a los que vivían en sombras de muerte”. Desde entonces comenzó Jesús a proclamar: “¡Volveos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”. Recorría Jesús toda Galilea enseñando en la sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias. Con ello, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Siria; así que le traían a cuantos sufrían de diferentes males, enfermedades y dolores, y a los endemoniados, a los epilépticos y a los paralíticos. Y Jesús los curaba. Mucha gente de Galilea, de los pueblos de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la región al oriente del Jordán, seguía a Jesús.


Preparación: Todo el sistema social y político en el que vivimos inmersos trata de separarnos de nuestras raíces. Pero no podemos vivir en soledad. Necesariamente nos relacionamos con lo otro, con los otros y con el Absolutamente Otro. La oración de hoy puede ayudarnos a descubrir el don y el desafío que encierran estas relaciones.

Lectura: La gente presume de pertenecer a una familia, a una región, a un partido político o a un equipo deportivo. Frente al individualismo contemporáneo, surge la necesidad de afirmar una relación que nos configura de alguna manera. • La lectura continua de la primera carta de Juan se dirige hoy directamente a sus lectores para comunicarles la buena noticia de su pertenencia: “Vosotros sois de Dios”. No estamos solos en el mundo. Todos pertenecemos a Dios. • Ese es también el núcleo del mensaje que Jesús repite a las gentes de Galilea ya al comienzo de su vida pública: “¡Volveos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”

Meditación: También hoy el evangelio nos recuerda la figura de  Juan. Herodes lo ha encerrado en una cárcel. Y Jesús parece decidido a continuar la misión del Bautista.  Para comenzar, se dirige a Galilea, una tierra repoblada por paganos después del regreso del exilio. Pero, en medio de esa oscuridad, ha de brillar  una gran luz. Precisamente en el contexto de Galilea Jesús anuncia la llegada del reino de Dios e invita a las gentes a la conversión. Con todo, tan importantes como su palabra son los gestos con los que revela el poder y la misericordia de Dios. De hecho, anuncia la buena noticia del reino y cura a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias.

Oración: Señor Jesús, tú conoces nuestra debilidad, nuestros pecados y nuestros sufrimientos. Sabemos que tu salvación tiene una dimensión integral. Ten compasión de nosotros y devuélvenos la paz y la armonía con las cosas, con los demás y con tu Padre y nuestro Padre. Amén.

Contemplación: A los ojos de los peregrinos que visitan la Tierra Santa el Mar de Galilea se presenta como un remanso de paz. Que hoy sea ese el lugar virtual de nuestra contemplación. Escuchamos el mensaje de Jesús. Nos alegramos por la llegada del reino de Dios. Reflexionamos sobre nuestra necesaria conversión. Oímos el lamento de la humanidad dolorida que se acerca hasta Jesús buscando curación  y observamos la compasión del Maestro. En la masa de los que sufren vemos muchos rostros conocidos. También nosotros podemos mezclarnos con esa humanidad sufriente. Nos aflige la fragilidad de nuestra gente, como dice el Papa Francisco. Pero nos consuela la misericordia de Jesús y su ternura.


Acción: Nos preguntamos hoy en qué dirección hemos de avanzar por el camino de la conversión. Y, de paso, nos preguntamos cómo podemos aliviar los dolores de nuestros hermanos y hermanas que sufren.
                                                          José-Román Flecha Andrés