GLOBALIZAR LA FRATERNIDAD
En
su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año 2015 el Papa Francisco
nos ha recordado el drama histórico de la esclavitud. Y ha recordado las
numerosas formas en las que este azote pervive en nuestro mundo. Con todo, su
mensaje no se limita a denunciar esta plaga.
De
hecho, el Papa menciona con gratitud el
trabajo silencioso que muchas congregaciones
religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años en favor
de las víctimas. Con frecuencia tienen que enfrentarse a incomprensiones y
dificultades de todo tipo.
Este
trabajo de los religiosos y religiosas requiere
coraje, paciencia y perseverancia. Pero no es suficiente para poner fin a la
explotación de la persona humana. Se requiere también un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las
víctimas y persecución judicial contra los responsables.
Se
necesitan leyes justas, centradas en la persona humana. Leyes que defiendan sus
derechos fundamentales y los restablezcan cuando éstos son pisoteados y que
puedan liberar a las personas de la amenaza de la esclavitud, rehabilitar verdaderamente
a las víctimas y garantizar su integridad.
Se
necesitan también mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación
correcta de estas normas, de forma que no dejen espacio a la corrupción y la
impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la
sociedad, lo cual exige trabajar en el plano cultural y de la comunicación para
obtener los resultados deseados.
Se necesita, por otra parte una cooperación en
diferentes niveles, que incluya efectivamente a las instituciones nacionales e
internacionales, así como a las organizaciones de la sociedad civil y
empresarial.
El
Papa afirma que las empresas tienen el deber de garantizar a sus empleados unas
condiciones de trabajo dignas y unos salarios adecuados. Además, han de vigilar
para que no se produzcan en las cadenas de distribución otras formas de
servidumbre o trata de personas.
Pero
no basta con eso. A la responsabilidad social de la empresa hay que unir la responsabilidad social del consumidor.
Pues cada persona debe ser consciente de que “comprar es siempre un acto moral,
además de económico”. Si compramos productos o servicios realizados por
esclavos estamos colaborando con quien los esclaviza.
Es
la hora de globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia. El
Papa quiere que no seamos cómplices de este mal, que no ignoremos el
sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas, privados de libertad y dignidad,
que pongamos en marcha la globalización de la solidaridad y la fraternidad.
Y,
con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, nos manifiesta su deseo de que la
fraternidad dé esperanza a todos nuestros hermanos y los haga reanudar con
ánimo el camino, a través de los problemas de este tiempo y de las metas que
Dios pone ante nosotros.
José-Román
Flecha Andrés