miércoles, 7 de enero de 2015

LECTIO DIVINA-JUEVES 2ª SEMANA DE NAVIDAD. B


1Jn 4,7-10: “Dios es amor”
Mc 6,34-44: “Todos comieron hasta quedar satisfechos”

ENERO  8

En aquel tiempo, al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. Por la tarde, sus discípulos se le acercaron y le dijeron: “Ya es tarde, y éste es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a los campos y las aldeas de alrededor y se compren algo de comer”. Pero Jesús les contestó: “Dadles vosotros de comer”. Respondieron: “¿Quieres que vayamos a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”. Jesús les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo”. Cuando lo averiguaron, le dijeron: “Cinco panes y dos peces”. Mandó que la gente se recostara en grupos sobre la hierba verde, y se hicieron grupos de cien y de cincuenta. Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, dio gracias a Dios, partió los panes y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente. Repartió también entre todos los dos peces. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron doce canastas con los trozos sobrantes de pan y pescado. Los que comieron de aquellos panes fueron cinco mil hombres.

Preparación: Muchas veces los seres humanos nos sentimos solos, ciertamente. Como escribió San Agustín, nuestro corazón está insatisfecho hasta que descanse en el Señor. Hagamos silencio en nuestro corazón para acercarnos al Dios que es amor y experimentar la compasión de su Hijo, Jesucristo.

Lectura: Para serlo de verdad, el ser humano necesita amar y ser amado. Como escribía Juan Pablo II, el hombre nace del amor y nace para amar. • Pues bien, la primera carta de Juan que estamos leyendo llega hoy al momento culminante: Nos ha dicho que Dios nos amó primero. Porque el amor viene de Dios. Es más,  “Dios es amor”. • El evangelio según san Marcos nos hace ver hasta qué punto el amor de Dios se manifiesta en la compasión que las multitudes hambrientas despiertan en Jesús: Jesús les reparte panes abundantes. De tal forma que “todos comieron hasta quedar satisfechos”.

Meditación: Con demasiada frecuencia, también nosotros vagamos de una parte a otra como ovejas sin pastor. Pero el Señor tiene compasión de nosotros. Él ha encargado a la Iglesia que la refleje y la haga presente en el mundo. Nosotros somos los discípulos que, a pesar de nuestra pobreza,  podemos y debemos cuidar de las gentes que le buscan. El Señor necesita nuestros pies para llegar a los que sufren. Necesita nuestras manos para que les pasen el pan de cada día. Y necesita nuestros labios para que les anuncien un mensaje de fe, de amor y de esperanza.

Oración: Señor Jesús, tú nos has dado una prueba inolvidable de tu compasión al alimentar a las multitudes hambrientas. Ayúdanos a mostrar con nuestros gestos más sinceros que tú nos revelas el rostro de un Dios que es amor. Amén.

Contemplación: Hoy peregrinamos a la iglesia de la multiplicación de los panes y los peces, que se encuentra a la orilla del Lago de Galilea. A los pies del altar contemplamos un famoso mosaico en el que se ven dos peces y un canastillo que contiene cuatro panes. Si preguntamos si no falta uno, se nos dirá que el otro pan está sobre el altar. El otro pan es el cuerpo de Jesucristo. Él se ha entregado por nosotros para satisfacer nuestra hambre. Él nos exhorta a “hacer eso en memoria suya”: a entregarnos como alimento a nuestros hermanos hambrientos de pan y de amor. Pero también podemos pensar que el quinto pan somos nosotros mismos. Confiamos en que el Señor podrá transformarnos y entregarnos a nuestros hermanos.

Acción: Preguntémonos dónde están hoy las multitudes hambrientas que necesitan compasión. Por muy tupidas que sean las redes sociales, siempre habrá pececillos que se escapen por entre las mallas. En este momento, el mundo necesita la imaginación de una caridad que no sustituye la justicia, sino que la humaniza.
                                                            José-Román Flecha Andrés