1Jn 4,7-10:
“Dios es amor”
Mc 6,34-44:
“Todos comieron hasta quedar satisfechos”
ENERO 8
En aquel
tiempo, al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de
ellos porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles
muchas cosas. Por la tarde, sus discípulos se le acercaron y le dijeron: “Ya es
tarde, y éste es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a los
campos y las aldeas de alrededor y se compren algo de comer”. Pero Jesús les
contestó: “Dadles vosotros de comer”. Respondieron: “¿Quieres que vayamos a
comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”. Jesús les dijo:
“¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo”. Cuando lo averiguaron, le dijeron: “Cinco
panes y dos peces”. Mandó que la gente se recostara en grupos sobre la hierba
verde, y se hicieron grupos de cien y de cincuenta. Luego Jesús tomó en sus
manos los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, dio gracias a Dios,
partió los panes y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre
la gente. Repartió también entre todos los dos peces. Todos comieron hasta
quedar satisfechos, y todavía llenaron doce canastas con los trozos sobrantes
de pan y pescado. Los que comieron de aquellos panes fueron cinco mil hombres.
Preparación: Muchas
veces los seres humanos nos sentimos solos, ciertamente. Como escribió San
Agustín, nuestro corazón está insatisfecho hasta que descanse en el Señor.
Hagamos silencio en nuestro corazón para acercarnos al Dios que es amor y
experimentar la compasión de su Hijo, Jesucristo.
Lectura: Para serlo
de verdad, el ser humano necesita amar y ser amado. Como escribía Juan Pablo
II, el hombre nace del amor y nace para amar. • Pues bien, la primera carta de
Juan que estamos leyendo llega hoy al momento culminante: Nos ha dicho que Dios
nos amó primero. Porque el amor viene de Dios. Es más, “Dios es amor”. • El evangelio según san
Marcos nos hace ver hasta qué punto el amor de Dios se manifiesta en la
compasión que las multitudes hambrientas despiertan en Jesús: Jesús les reparte
panes abundantes. De tal forma que “todos comieron hasta quedar satisfechos”.
Meditación: Con
demasiada frecuencia, también nosotros vagamos de una parte a otra como ovejas
sin pastor. Pero el Señor tiene compasión de nosotros. Él ha encargado a la
Iglesia que la refleje y la haga presente en el mundo. Nosotros somos los
discípulos que, a pesar de nuestra pobreza,
podemos y debemos cuidar de las gentes que le buscan. El Señor necesita
nuestros pies para llegar a los que sufren. Necesita nuestras manos para que
les pasen el pan de cada día. Y necesita nuestros labios para que les anuncien
un mensaje de fe, de amor y de esperanza.
Oración: Señor
Jesús, tú nos has dado una prueba inolvidable de tu compasión al alimentar a
las multitudes hambrientas. Ayúdanos a mostrar con nuestros gestos más sinceros
que tú nos revelas el rostro de un Dios que es amor. Amén.
Contemplación: Hoy peregrinamos
a la iglesia de la multiplicación de los panes y los peces, que se encuentra a
la orilla del Lago de Galilea. A los pies del altar contemplamos un famoso
mosaico en el que se ven dos peces y un canastillo que contiene cuatro panes.
Si preguntamos si no falta uno, se nos dirá que el otro pan está sobre el
altar. El otro pan es el cuerpo de Jesucristo. Él se ha entregado por nosotros
para satisfacer nuestra hambre. Él nos exhorta a “hacer eso en memoria suya”: a
entregarnos como alimento a nuestros hermanos hambrientos de pan y de amor.
Pero también podemos pensar que el quinto pan somos nosotros mismos. Confiamos
en que el Señor podrá transformarnos y entregarnos a nuestros hermanos.
Acción: Preguntémonos dónde
están hoy las multitudes hambrientas que necesitan compasión. Por muy tupidas
que sean las redes sociales, siempre habrá pececillos que se escapen por entre
las mallas. En este momento, el mundo necesita la imaginación de una caridad
que no sustituye la justicia, sino que la humaniza.
José-Román Flecha Andrés