Is 48,17-19: “Yo, el Señor tu Dios, te guío por el camino”
Mt 11,16-19: “¿A quién se parece esta generación?”
DICIEMBRE
12
En aquel
tiempo dijo Jesús: “¿A qué compararé la gente de este tiempo? Es comparable a
los niños que se sientan a jugar en las plazas y gritan a sus compañeros:
Tocamos la flauta, y no bailasteis; cantamos canciones tristes, y no
llorasteis. Porque vino Juan, que ni come ni bebe, y dicen que tiene un
demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es
glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos
para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por sus resultados”.
Preparación: De nuevo
aparece en el evangelio de hoy la figura de Juan el Bautista. Esta vez se
menciona para evocar un estilo de vida un poco distinto al de Jesús. Pero no se
trata de comparar su modo de ser, sino de preguntarnos por qué rechazamos la palabra de Dios que nos
trae la salvación. Como ha dicho el Papa
Francisco el 12 de abril de 2013, “la Palabra de Dios es el alma de la
teología y, a la vez, inspiradora de toda
la existencia cristiana”
Lectura: La lectura
del profeta Isaías que hoy se proclama nos presenta a Dios como maestro y guía
de su pueblo: “Yo el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el
camino que sigues”. El texto deja entrever
la infidelidad de las gentes que, en realidad, se vuelve contra ellas.
Así reprende Dios a su pueblo: “Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu
paz como un río”. También en el Evangelio se oye una queja de Jesús contra las
gentes de su generación. Se parecen a los niños insatisfechos que no siguen
juego alguno. A Juan Bautista lo rechazaron porque su austeridad no les parecía
humana. A Jesús lo rechazan porque les parece demasiado humano. No pueden ni
quieren reconocer en él al Mesías de Dios.
En el fondo Jesús les pregunta qué profeta tiene que enviar Dios pasra responda a los deseos de su pueblo.
Meditación: Dios es
nuestro Maestro y nuestro guía. Es nuestro Salvador. Si escuchamos su palabra
podremos superar lo peor de nosotros mismos. Pero nuestro pecado consiste
precisamente en ignorar esa palabra salvadora. Para no escuchar la palabra de
Dios comenzamos por desprestigiar a los mensajeros que él nos envía. Ninguno de
ellos nos parece acertado. Tratamos de acomodar a nuestros gustos e intereses el mensaje del profeta, en
lugar de corregir nuestra conducta de acuerdo con ese mensaje. Al despreciar a
los mensajeros que nos son enviados estamos juzgando al Señor que los
envía hasta nosotros.
Oración: Padre de
los cielos, sabemos que tu palabra es “lámpara para nuestros pasos y luz en
nuestro sendero” (Sal 119, 105). No nos dejes caer en la tentación de
despreciar al mensajero para
rechazar así tu palabra. Y
ayúdanos a prepararnos para acoger a la palabra que se hace carne y viene a
habitar entre nosotros. Amén.
Contemplación: Hoy
contemplamos a un Jesús que parece desalentado al ver el comportamiento de su
propio pueblo. En el salmo con que
solemos iniciar la oración litúrgica se nos pide que, al escuchar la voz de
Dios, no endurezcamos el corazón (Sal 95, 8). En este itinerario del Adviento
deseamos prepararnos para acoger al Verbo de Dios que se hace carne y
contemplar la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de
verdad (Jn 1,14). Damos gracias al contemplar el futuro de esperanza que Dios
abre ante cada uno de nosotros. Dios quiere que Lo aceptemos como Padre. Jesús
es el camino. Jesús nos ofrece su perdón y nos devuelve la capacidad de caminar
en esperanza.
Acción: Durante este fin de
semana dediquemos un tiempo a preparar el “portal de Belén” o “nacimiento”, en
nuestro hogar o bien en nuestro lugar de trabajo. Y seleccionemos algún texto de la lectura de
la palabra de Dios para leerla ante él.
José-Román Flecha Andrés