Is
41,13-20: “No temas, yo mismo seré tu auxilio”
Mt
11,11-15: “Ninguno ha sido más grande que Juan el Bautista”
DICIEMBRE
11
En aquel
tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que, entre todos los hombres, ninguno ha sido
más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los
cielos es más grande que él. Desde que vino Juan el Bautista hasta ahora, al
reino de los cielos se le hace violencia, y los violentos pretenden acabar con
él. Todos los profetas y la ley de Moisés anunciaron el reino hasta que vino
Juan. Y, si queréis creerlo, Juan es el profeta Elías, que había de volver. Los
que tienen oídos, oigan”.
Preparación: Tres son
las figuras principales que nos acompañan por el camino durante este tiempo de
Adviento: el profeta Isaías, Juan el Bautista y María, la Madre de Jesús. En el
evangelio de hoy leemos el elogio que Jesús pronuncia con relación a Juan. Esas
palabras orientan hoy nuestra oración para que también nosotros podamos ser
precursores de la manifestación y del Reino del Señor.
Lectura: La profecía
de Isaías que hoy se proclama se dirige al pueblo de Israel. Dios lo ha elegido
y le ofrece su auxilio. Pero el texto interpela también a un profeta concreto,
llamado a anunciar la justicia y a denunciar la injusticia. Y sobre todo, a
proclamar que Dios no abandona a su pueblo. El evangelio fija nuestra mirada en
Juan el Bautista. Jesús lo considera como el mayor de los nacidos de mujer. Y,
sin embargo, añade que “el más pequeño en el reino de los cielos es más grande
que él”. De acuerdo con la profecía de Malaquías (Ml 3,23-24), las gentes
pensaban que el profeta Elías volvería a la tierra para preparar la llegada del
Mesías. Jesús recoge aquella tradición para identificar al Bautista con aquella
misión que se esperaba de Elías.
Meditación: Elías había
aparecido en un momento en el que las gentes abandonaban al Dios de Israel para
seguir el culto a Baal, promovido por la reina Jezabel. El profeta reivindicaba
con fuerza tando la grandeza del Dios único como la dignidad de los pobres.
Pues bien, muy semejante es la misión de Juan Bautista. El último de los
profetas llega para dirigir las esperanzas de las gentes hacia Jesús. Y para
exhortar a todos a preparar los tiempos mesiánicos practicando la justicia. Su
figura es importante para la tradición cristiana. Su mensaje sigue siendo
válido. Volver nuestros ojos a Cristo y a los más pobres: he ahí la traducción
concreta de la esperanza que impregna este tiempo de Adviento.
Oración: “Despierta,
Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo, para
que cuando venga podamos servirte con conciencia pura. Amén”.
Contemplación: En el
retablo de la Catedral Vieja de Salamanca hay una pintura deliciosa que
representa la visita de María a su pariente Isabel. En el vientre de Isabel un pequeñísimo Juan
recibe arrodillado la bendición que le envía
Jesús desde el vientre de María. Es un anuncio de la identidad y de la
misión de ambos. Como Juan, también nosotros queremos descubrir la presencia
del Señor, para contemplarlo entre nosotros y para anunciarlo con
valentía. Según Santa Teresa de Jesús,
si el alma no le falta a Dios, jamás dejará Él de darle a conocer su presencia
(7M,1,9).
Acción: “Corriente abajo hasta
los cadáveres flotan”, como dice el Papa Francisco. Es necesario esforzarse en
remar contracorriente. Ser diferentes es
el principio del testimonio. Los que se mantienen firmes en medio del torrente
de las modas son los profetas que Dios nos envía para ayudarnos a preparar en
el desierto los caminos del Señor.
José-Román Flecha Andrés