lunes, 8 de diciembre de 2014

LECTIO DIVINA -MARTES 2ª SEMANA DE ADVIENTO. B


Is 40,1-11: “Consolad a mi pueblo… Dios lleva en brazos los corderos”
Mt 18,12-14: “Vuestro Padre no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños”

DICIEMBRE 9

En aquel tiempo dijo Jesús: “¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e irá a buscar la extraviada? Y si logra encontrarla,  os aseguro que se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Del mismo modo, vuestro Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños”.

Preparación:   A la vista del mal y de la corrupción de este mundo, con frecuencia nos dejamos vencer por el pesimismo estéril que denuncia el Papa Francisco en la exhortación “La alegría del Evangelio”. Pero tampoco es sensato un optimismo frívolo,  que trata de quitar importancia al mal. Es cierto que este tiempo y su melodía no nos hacen ignorar el error y el pecado, el mal y la tristeza. Pero el tiempo de Adviento nos invita a recobrar la esperanza,  a madurar la paciencia y a aceptar el consuelo de Dios. Estas tres virtudes nos ayudan a descubrir el sentido de nuestra vida. Y a preparar el encuentro con el Dios de la misericordia.

Lectura: Hoy se repite el oráculo de Dios con que se abre la segunda parte del libro de Isaías: “Consolad, consolad a mi pueblo…” El Señor anuncia el regreso de su pueblo a la tierra de sus antepasados. Y le exhorta a preparar el camino del retorno. En él Dios se comportará “como un pastor que apacienta el rebaño, que toma en sus brazos los corderos y hace recostar a las madres”.  El evangelio de Mateo que hoy se proclama se sitúa en la línea de esas antiguas memorias de Israel. De hecho, presenta a Dios como un pastor que sale a los campos para buscar a la oveja que, al caer de la tarde, no ha regresado al aprisco. El Padre del cielo no quiere que se pierda ninguno de sus hijos.

Meditación: Todos nos hemos perdido alguna vez en algún recodo del camino. Fuimos creados para buscar a Dios. Pero muchas veces Dios ha tenido que salir a buscarnos, como buscó a Adán en el paraíso. Sabemos que no somos indiferentes para su corazón. Dios se preocupa de nosotros. Le preocupa nuestro extravío. Pero cuando nos encuentra no nos recibe con reproche. Nos hace sentir su alegría de pastor y de padre. Si Israel veía con gozosa esperanza su retorno del exilio, nosotros agradecemos que Dios nos haya rescatado de nuestra lejanía. El próximo nacimiento de Jesús reafirma nuestra esperanza y motiva nuestra alegría.

Oración: “Señor y Dios nuestro, que has manifestado tu salvación hasta los confines de la tierra; concédenos esperar con alegría  la gloria del nacimiento de tu Hijo”. Amén.

Contemplación: Con frecuencia nos sentimos solos y abandonados. Abandonados de Dios y de los hombres. Pero es precisamente en  los desiertos del abandono y de la soledad en los que nos ha buscado Dios y en los que hemos de buscarle a Él. Contemplemos con gratitud su amor de padre y de pastor.  Con Santa Teresa de Jesús repetimos la invitación del mismo Dios: “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti”.

Acción: Seguramente, a nuestro alrededor hay personas que se han alejado de Dios, al igual que la oveja se alejó del pastor. Hoy hemos de preguntarnos qué podemos hacer para suscitar en ellas el deseo de acercarse confiadamente a Dios.

                                                                                  José-Román Flecha Andrés