Is 40,1-11:
“Consolad a mi pueblo… Dios lleva en brazos los corderos”
Mt
18,12-14: “Vuestro Padre no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños”
DICIEMBRE 9
En aquel
tiempo dijo Jesús: “¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le
extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e irá a
buscar la extraviada? Y si logra encontrarla,
os aseguro que se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve
que no se extraviaron. Del mismo modo, vuestro Padre que está en el cielo no
quiere que se pierda ninguno de estos pequeños”.
Preparación: A la vista del mal y de la corrupción de este
mundo, con frecuencia nos dejamos vencer por el pesimismo estéril que denuncia
el Papa Francisco en la exhortación “La alegría del Evangelio”. Pero tampoco es
sensato un optimismo frívolo, que trata
de quitar importancia al mal. Es cierto que este tiempo y su melodía no nos
hacen ignorar el error y el pecado, el mal y la tristeza. Pero el tiempo de
Adviento nos invita a recobrar la esperanza,
a madurar la paciencia y a aceptar el consuelo de Dios. Estas tres
virtudes nos ayudan a descubrir el sentido de nuestra vida. Y a preparar el
encuentro con el Dios de la misericordia.
Lectura: Hoy se
repite el oráculo de Dios con que se
abre la segunda parte del libro de Isaías: “Consolad, consolad a mi pueblo…” El
Señor anuncia el regreso de su pueblo a la tierra de sus antepasados. Y le
exhorta a preparar el camino del retorno. En él Dios se comportará “como un
pastor que apacienta el rebaño, que toma en sus brazos los corderos y hace recostar
a las madres”. El evangelio de Mateo que
hoy se proclama se sitúa en la línea de esas antiguas memorias de Israel. De
hecho, presenta a Dios como un pastor que sale a los campos para buscar a la
oveja que, al caer de la tarde, no ha regresado al aprisco. El Padre del cielo
no quiere que se pierda ninguno de sus hijos.
Meditación: Todos nos
hemos perdido alguna vez en algún recodo del camino. Fuimos creados para buscar
a Dios. Pero muchas veces Dios ha tenido que salir a buscarnos, como buscó a
Adán en el paraíso. Sabemos que no somos indiferentes para su corazón. Dios se
preocupa de nosotros. Le preocupa nuestro extravío. Pero cuando nos encuentra
no nos recibe con reproche. Nos hace sentir su alegría de pastor y de padre. Si
Israel veía con gozosa esperanza su retorno del exilio, nosotros agradecemos
que Dios nos haya rescatado de nuestra lejanía. El próximo nacimiento de Jesús
reafirma nuestra esperanza y motiva nuestra alegría.
Oración: “Señor y
Dios nuestro, que has manifestado tu salvación hasta los confines de la tierra;
concédenos esperar con alegría la gloria
del nacimiento de tu Hijo”. Amén.
Contemplación: Con
frecuencia nos sentimos solos y abandonados. Abandonados de Dios y de los
hombres. Pero es precisamente en los
desiertos del abandono y de la soledad en los que nos ha buscado Dios y en los
que hemos de buscarle a Él. Contemplemos con gratitud su amor de padre y de
pastor. Con Santa Teresa de Jesús
repetimos la invitación del mismo Dios: “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí
buscarme has en ti”.
Acción: Seguramente, a nuestro
alrededor hay personas que se han alejado de Dios, al igual que la oveja se
alejó del pastor. Hoy hemos de preguntarnos qué podemos hacer para suscitar en
ellas el deseo de acercarse confiadamente a Dios.
José-Román Flecha Andrés