Is 11,1-10:
“Sobre él se posará el Espíritu del Señor”
Lc 10,21-24:
“La alegría del Espíritu Santo”
DICIEMBRE
2
En aquel
tiempo, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: “Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas
que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el
Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el
Hijo quiera darlo a conocer”. Volviéndose a los discípulos les dijo aparte:
“Dichosos quienes vean lo que estáis viendo vosotros, porque os digo que muchos
profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon
oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”.
Preparación: En su
exhortación “La alegría del Evangelio”, nos dice el Papa Francisco que “la
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con
Jesús” (n. 1). El Adviento nos
invita a preguntarnos si somos testigos de esa alegría. Y no recuerda que la
alegría cristiana no siempre coincide con las satisfacciones inmediatas. Es un
don de Dios y uno de los frutos del Espíritu.
Lectura: Según el
evangelio de Lucas al llegar a casa de Zacarías e Isabel, María entona un hermosa canto al Dios de la
misericordia. En él reflejaba la dicha de los pobres. Por su primera palabra
latina, lo llamamos el “Magnificar”.
Pues bien, el mismo evangelio de Lucas nos presenta hoy otro
“Magnificat” de Jesús. El Maestro se alegra y alaba al Padre
celestial porque ha revelado a los más humildes y sencillos la verdad que
salva. Con una bienaventuranza Jesús felicita a los que ven y oyen al Salvador.
Ver y oír al Señor en medio de la algarabía de nuestro mundo son caminos para
alcanzar la felicidad. Ese juego de los sentidos de la vista y el oído nos dice
que el evangelio no es una idea abstracta.
Meditación: Los
apostoles de Jesús no pertenecían a las clases ni a los grupos dirigentes de
Iarael. Y, sin embargo, ellos fueron los elegidos por Jesús. Muchos de nosotros presumimos de lo que tenemos y de los que sabemos. Pero
la verdadera sabiduría sólo es comprendida por los sencillos y humildes de
corazón. Ellos nos dan mil lecciones. Al menos, han descubierto la honda verdad
del ser humano y aceptan los valores que humanizan a la persona y a la
sociedad. Y esto mismo se puede decir de la fe la fe. La fe no es cuestión de
mucho saber sino de un buen saborear los proyectos de Dios y su voluntad.
Oración: Padre de
los Cielos, líbranos de la tentación del “pesimismo estéril” y también del orgullo
de quien cree saberlo todo. Que tu Espíritu nos conceda el don de la humildad
para aceptar a Jesús como nuestro Salvador y la valentía para dar testimonio de
su evangelio.
Contemplación: Contemplemos
cómo Jesús felicita a sus discípulos por haber recibido la revelación del
evangelio. También nosotros tenemos
motivos para vivir en la alegría. Hoy es un buen día para gozar de la presencia
amorosa de Dios. Y un día para preguntarnos con sinceridad si nuestra sencillez no podría alegrar también
la oración de Jesús.
Acción: Hagamos el propósito de
examinar las causas que motivan nuestras frustraciones. E intentamos buscar a
nuestro alrededor a las personas a las que podemos comunicar esa alegría
verdadera que es siempre don del Espíritu de Dios.
José-Román Flecha Andrés