lunes, 16 de junio de 2014

CADA DÍA SU AFÁN 21.6.2014

LA IGLESIA NO ES UNA ONG 

El Papa Francisco ha repetido varias veces esa frase. Con  ella no trata de desprestigiar a las Organizaciones no Gubernamentales, que tantas veces contribuyen a despertar nuestra conciencia ante la pobreza y la marginación.
La fe cristiana no aliena a los creyentes ni los aleja de las necesidades del pueblo. En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco afirma que “en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros”  (EG 177). 
Nuestra fe en el Dios trinitario promueve el amor al prójimo, la fraternidad y la justicia. La esperanza cristiana mira a un futuro absoluto, pero siempre genera historia y cultura en el presente. Y el amor se concreta en medidas sociales. La fe no puede relegarse a la intimidad de las personas.
“Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista- siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (EG 183). 
Si somos fieles a esa fe,  hemos de cooperar para resolver las causas de la pobreza, promover el desarrollo integral de los pobres y hacernos solidarios con las miserias humanas. Para el Papa, “la posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde” (EG 189). Según él, “existe alimento para todos; el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta… y de la práctica generalizada del desperdicio” (EG 191.
Pero la solidaridad no se limita a asegurar a todos la comida. Hay que promover la educación, el acceso al cuidado de la salud y a un trabajo libre, creativo, participativo y solidario, dotado de un salario justo.
 El Evangelio nos exhorta a escuchar el clamor de los pobres (EG 193-195), pone ante nuestros ojos la alienación del consumo y nos recuerda que “el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre” (EG 197).
El Papa repite una frase que ha hecho famosa: “Quiero una iglesia pobre para los pobres” (EG 198). Hemos de prestar atención a las nuevas formas de pobreza y cuidar la fragilidad humana (EG 209-210).
Esa fragilidad se revela en los nuevos esclavos, en las mujeres maltratadas, en los niños por nacer, y aun en el conjunto de la creación. “Todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (EG 216). Con todo, no formamos tan solo una ONG. Tenemos la misión de anunciar y promover el Reino de Dios.
Si olvida esa vocación, la Iglesia pierde su misión profética. Leonardo Boff escribió que no hay Eucaristía sin pan, pero cualquier pan no es la Eucaristía. Sin tratar de paliar el hambre de pan no se puede anunciar la gloria. Pero las medidas sociales no pueden ocultar la esperanza cristiana. 


José-Román Flecha Andrés