Jn 6,35-40
En aquel tiempo Jesús dijo: “Yo soy el pan que da
vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca
más tendrá sed. Pero, como ya os dije, vosotros no creéis aunque me habéis
visto. Todos los que el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los
echaré fuera. Porque no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino
para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me
ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los
resucite el día último. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve
al Hijo de Dios y cree en él tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día
último”.
Preparación:
Parodiando las célebres palabras de Hamlet, podríamos decir: “Creer o
no creer: esa es la cuestión”. Efectivamente, ese es el núcleo del discurso que
Jesús pronuncia en la sinagoga de Cafarnaún después de la multiplicación de los
panes y los peces. Y esa es la cuestión que se plantea cada día a los que
tratan de seguirle.
Lectura:
Según los Hechos de los
Apóstoles, el martirio de Esteban determinó la dispersión de sus discípulos
y el anuncio del Evangelio. Y ese anuncio fue causa de alegría entre los que
comenzaron a creer. En el evangelio que
hoy se proclama se repiten las palabras centrales del discurso de Jesús: “Yo
soy el pan que da vida”. A continuación descubrimos que ir a él y creer en él
se identifican. Quien se acerca a Jesús y cree en él encuentra satisfacción
definitiva para su hambre y su sed.
Meditación: Muchas personas afirman que les sería fácil
creer en Jesús si lo hubieran visto. Pero el evangelio nos da a entender que
hay una importante diferencia entre ver a Jesús y venir a él. “Como ya os dije,
vosotros no creéis aunque me habéis visto. Todos los que el Padre me da vienen
a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera”. Nosotros creemos en
Jesucristo resucitado sin haberlo visto. Sin embargo, la fuerza de su palabra,
el testimonio de los que vieron y creyeron y la luz del Espíritu nos llevan a
creer en él, a acercarnos a él y a seguir sus pasos.
Oración:
Señor Jesús, nosotros sabemos y creemos que tú eres el pan de la vida.
Y que solo tú puedes calmar nuestra hambre y nuestra sed. Atiende nuestra
oración y llévanos a ti.
Contemplación:
El discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún nos ayuda a
contemplar los sentimientos de Jesús. La obediencia al Padre marca su misión.
Él es el puente entre el Padre y todos
los que creemos en él. Su vida nos orienta por el camino. Y su resurrección
garantiza la nuestra: “Porque no he
venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de
mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no
pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día último.
Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree
en él tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último”.
Acción:
Oremos hoy, pidiendo por todos los que en cualquier parte del mundo,
están iniciando un camino de acercamiento a Jesucristo y encuentran
dificultades para seguirlo.