viernes, 30 de mayo de 2014

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO. 5

EL ANUNCIO DEL EVANGELIO

En el capítulo tercero de su exhortación apostólica La alegría del Evangelio (EG), el Papa Francisco afronta la urgencia de anunciar el Evangelio y proclamar de forma explícita que Jesús es el Señor.
Es importante señalar que esta tarea corresponde a todo el pueblo de Dios, iluminado y alentado por la gracia. “Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas” (EG 113). También los que se sientes solos pueden llegar a ser parte de este pueblo, llamado a ser “fermento de Dios en medio de la humanidad” y “el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo puede sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (EG 114).

PUEBLO DE DIOS Y CULTURAS

 Ahora bien, el pueblo de Dios se encarna en los pueblos de la tierra, dotados cada uno de su cultura, que, llegado el momento, es fecundada por el Espíritu Santo con la fuerza transformadora del Evangelio. De esa forma “el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Revelación y regalándole un nuevo rostro” (EG 116).
En este contexto, el Papa subraya siete puntos importantes sobre la relación entre el Evangelio y la cultura de los diversos países:
• “La diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia”, sino que la enriquece.
• El mensaje cristiano no se identifica con ninguna cultura concreta de antes o de ahora.
• Sacralizar vanidosamente la propia cultura puede llevar a un fanatismo (EG 117).
• “Una sola cultura no agota el misterio de la redención de Cristo” (EG 118).
• La cultura es dinámica y se recrea continuamente, así que un pueblo recibe y transmite la fe con expresiones siempre nuevas de piedad popular (EG 122-123).
• La piedad popular es fruto del Evangelio inculturado y tiene una fuerza activamente evangelizadora que es preciso alentar y fortalecer (EG 124-126).
• El anuncio del Evangelio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales, científicas y académicas” (EG 132).

DISCÍPULOS MISIONEROS

Ahora bien, el anuncio del Evangelio ha sido confiado a todos los bautizados, en los que actúa la fuerza santificadora del Espíritu (EG 119). Quien cree de verdad tiende a comunicar su fe. Quien ha experimentado el amor de Dios, no puede menos de anunciarlo con generosidad y alegría. “Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (EG 120).
Este anuncio puede ser espontáneo, pero todos necesitamos crecer como evangelizadores. Para ello hace falta, formación, profundización en el amor y un testimonio más claro del Evangelio. Añade el Papa que “nuestra imperfección no debe ser una excusa; al contrario, la misión es un estímulo constante para no quedarse en la mediocridad y para seguir creciendo” (EG 121).
Es evidente que todos los bautizados somos enviados a llevar el Evangelio a las personas con las que tratamos. Seguramente muchos se preguntarán como pueden llevar a cabo esta misión. El Papa n os anima a esa predicación informal que es una conversación que tiene lugar en cualquier parte (EG 127).
Un diálogo en el que alguien nos expresa sus alegrías, esperanzas o inquietudes, puede dar pie a una presentación de la Palabra de Dios, leída o narrada, para recordar el amor personal de Dios, que nos ofrece su salvación y su amistad.
Esta presentación ha de ir subrayada por la fuerza del testimonio personal y a veces puede llevar a una breve oración, que se conecte a las inquietudes o alegrías que la persona ha manifestado. Evidentemente las formas de esta evangelización humilde y respetuosa pueden ser tantas como las múltiples situaciones que la vida nos presenta (EG 128-129).

                                                                                                        José-Román Flecha Andrés
Publicado en la revista “Mensajero Seráfico”