miércoles, 14 de mayo de 2014

EL HOMBRE Y LA VIDA

PERSONAS COMO RESIDUOS

En la Jornada Mundial del Medio Ambiente de este año 2013, las Naciones Unidas pidieron eliminar el desperdicio de los alimentos. A esa campaña se unió el Papa Francisco el día 5 de junio.
También él denunció esta “cultura del descarte”, que hoy contagia a todos y nos lleva a amontonar basuras por todas partes. Poder depositar los residuos es un grave problema para las administraciones.
El Papa recordó que, en otros tiempos, los padres y los abuelos tenían buen cuidado para que no se tirara a la basura nada de lo que sobraba de una comida. Cuando la multitud se había saciado, también Jesús pidió a sus discípulos que recogieran las sobras para que nada se perdiera.

PERSONAS DESCARTADAS

Sin embargo, la reflexión del Papa fue más allá de las cosas y de los alimentos que sobran y se tiran, y recordó que en este momento también “las personas son descartadas como si fueran residuos”.
Hoy se valora a la persona por lo que tiene, por lo que produce o por lo que puede producir, no por lo que es en sí misma. De ahí que muchas personas sean hoy “despreciadas”.
Esta misma palabra debería hacernos temblar. Despreciar a una persona significa atribuirle poco valor en el mercado de la vida.
En la antigüedad algunos esclavos valían menos si no eran lo suficientemente fuertes para desempeñas el trabajo que es esperaba de ellos. Suprimida la esclavitud –tan sólo en algunos países-,  no se ha superado la mentalidad que la sostenía. 

CUATRO ICONOS

El Papa Francisco añadió todavía una observación más explícita: “La vida humana, la persona, ya no es percibida como valor primario que hay que respetar y tutelar, especialmente si es pobre o discapacitada, si no sirve todavía –como el nascituro- o si ya no sirve –como el anciano-”.
La vida de la persona ya no es el valor primario que hay que tutelar. El Papa pone ante nuestros ojos cuatro iconos del desprecio a la persona.
El primero de ellos es el pobre. Si en algunos países de Europa desprecian a los “extracomunitarios”, no se refieren a los extranjeros ricos que han comprado casas espléndidas en paisajes de sueño. Son los extranjeros pobres.
El segundo icono es el de los “discapacitados”. Ya el nombre que les damos traiciona nuestra escala de valores. En algún aspecto, todos somos discapacitados para algo. Pero hay discapacidades que difícilmente se aceptan.
El tercer icono es el de los bebés todavía no nacidos que no son admitidos en el club de las “personas”. Se podría mencionar también a muchos ya nacidos que no son aceptados por sus padres.
Y el cuarto icono es el de los ancianos. Se piensa que son un estorbo en la casa. Por eso hay que restringir los cuidados que merecen. Ya el día 16 de mayo había denunciado esa eutanasia escondida de la que son víctimas.

 De una forma o de otra, estas personas han sido ya devaluadas y “despreciadas” en el mercado de la vida. Para nuestra vergüenza. Pero todas ellas son una llamada a nuestra responsabilidad humana y cristiana.

José-Román Flecha Andrés