PERSONAS COMO
RESIDUOS
En la Jornada Mundial del
Medio Ambiente de este año 2013, las Naciones Unidas pidieron eliminar el
desperdicio de los alimentos. A esa campaña se unió el Papa Francisco el día 5
de junio.
También él denunció esta
“cultura del descarte”, que hoy contagia a todos y nos lleva a amontonar
basuras por todas partes. Poder depositar los residuos es un grave problema
para las administraciones.
El Papa recordó que, en
otros tiempos, los padres y los abuelos tenían buen cuidado para que no se
tirara a la basura nada de lo que sobraba de una comida. Cuando la multitud se
había saciado, también Jesús pidió a sus discípulos que recogieran las sobras
para que nada se perdiera.
PERSONAS DESCARTADAS
Sin embargo, la reflexión
del Papa fue más allá de las cosas y de los alimentos que sobran y se tiran, y
recordó que en este momento también “las personas son descartadas como si
fueran residuos”.
Hoy se valora a la persona
por lo que tiene, por lo que produce o por lo que puede producir, no por lo que
es en sí misma. De ahí que muchas personas sean hoy “despreciadas”.
Esta misma palabra debería
hacernos temblar. Despreciar a una persona significa atribuirle poco valor en
el mercado de la vida.
En la antigüedad algunos
esclavos valían menos si no eran lo suficientemente fuertes para desempeñas el
trabajo que es esperaba de ellos. Suprimida la esclavitud –tan sólo en algunos
países-, no se ha superado la mentalidad
que la sostenía.
CUATRO ICONOS
El Papa Francisco añadió
todavía una observación más explícita: “La vida humana, la persona, ya no es
percibida como valor primario que hay que respetar y tutelar, especialmente si
es pobre o discapacitada, si no sirve todavía –como el nascituro- o si ya no
sirve –como el anciano-”.
La vida de la persona ya no
es el valor primario que hay que tutelar. El Papa pone ante nuestros ojos
cuatro iconos del desprecio a la persona.
El primero de ellos es el
pobre. Si en algunos países de Europa desprecian a los “extracomunitarios”, no
se refieren a los extranjeros ricos que han comprado casas espléndidas en
paisajes de sueño. Son los extranjeros pobres.
El segundo icono es el de
los “discapacitados”. Ya el nombre que les damos traiciona nuestra escala de
valores. En algún aspecto, todos somos discapacitados para algo. Pero hay
discapacidades que difícilmente se aceptan.
El tercer icono es el de los
bebés todavía no nacidos que no son admitidos en el club de las “personas”. Se
podría mencionar también a muchos ya nacidos que no son aceptados por sus
padres.
Y el cuarto icono es el de
los ancianos. Se piensa que son un estorbo en la casa. Por eso hay que
restringir los cuidados que merecen. Ya el día 16 de mayo había denunciado esa
eutanasia escondida de la que son víctimas.
De una forma o de otra, estas personas han
sido ya devaluadas y “despreciadas” en el mercado de la vida. Para nuestra
vergüenza. Pero todas ellas son una llamada a nuestra responsabilidad humana y
cristiana.
José-Román
Flecha Andrés