sábado, 17 de mayo de 2014

EL HOMBRE Y LA VIDA


ES RAQUEL QUE LLORA

En el mes de julio de este año 2012 he vuelto de nuevo por allí. La parroquia de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Monrovia, es una de las que forman el gran conglomerado de Los Ángeles, en California. Su cercanía a las colinas le da un encanto especial. Me había alojado allí en el año 2005.
 Llegaba entonces invitado por primera vez a impartir cursos en el Instituto de Pastoral y Evangelización. Todo sigue prácticamente igual, excepto una capillita para la adoración al Santísimo Sacramento y la pequeña estatua que se encuentra frente a la fachada del templo.

LA MUJER ARRODILLADA

Es la imagen de una mujer joven, arrodillada, con las manos cruzadas sobre su regazo. Parece abatida por el dolor. Pudiera representar a la madre de uno de los miles de soldados muertos en las guerras sostenidas por los Estados Unidos en diversas partes del mundo.
Esa interpretación podría estar avalada por la frase que se encuentra grabada sobre el pedestal: “Es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa consolarse, porque ya no existen”. La frase se encuentra en el libro del profeta Jeremías (31, 15) y se refiere a las tierras de Belén y su comarca, privadas de jóvenes por el exilio a Babilonia.
Como se sabe, esa frase ha sido retomada por el evangelio según San Mateo, al dar cuenta de la matanza de los inocentes (Mt 2, 18). En este contexto, no evoca el destierro de los deportados, sino el asesinato de los niños, ordenado por Herodes con el intento de eliminar al recién nacido Rey de los Judíos.
En el pedestal de la pequeña estatua de la parroquia de la Inmaculada Concepción se puede leer otra inscripción,  que ayuda a comprender el sentido del monumento. En ella se recuerda expresamente el dolor de las madres que han pasado por el tremendo drama del aborto.

MUJERES SOLAS

 La mujer de la estatua está arrodillada. Esa postura puede reflejar su abatimiento o su arrepentimiento. Sin duda manifiesta el dolor de tantas mujeres que ha optado por el aborto. A casi todas les han presentado el aborto como una ocasión para llevar a la cabo la “libertad de elección”.
Al mirar  la estatua uno piensa en ellas, con afecto y compasión. Muchas de ellas se han sentido como mujeres solas. Pocas madres habrían abortado, si se hubieran visto apoyadas y amadas. Muchas personas a su alrededor les han dicho que un embarazo pone fin a su vida. No es verdad. Un embarazo es el florecer de un vida. La del bebé. Pero también la de la madre.
Es cierto que sus parientes y amigos y especialmente el padre de la criatura, han de manifestarle su cariño y su solidaridad. Las instituciones han de favorecer la maternidad, cualquiera que sea la circunstancia en la que se ha producido. Y los medios de comunicación han de apostar por el don y el milagro de la vida. 

LA SOCIEDAD POSTRADA

Pero al ver la estatua, uno piensa también en la sociedad. También ella ha quedado postrada. Lo admita o no lo admita, la sociedad ha de considerar  amenazado su futuro, cada vez que se ve privada de esos hijos que habían ya iniciado el camino de la vida.
Una sociedad no puede privarse de las fuerzas que la hace vivir, convivir y sobrevivir. Las personas que llegan con la inmigración nunca podrán sustituir a las personas que han sido eliminadas por el aborto. El aborto siempre mira hacia el pasado. Todo aborto es un pecado contra la esperanza.
Por cierto, tanto la parroquia de la Inmaculada Concepción, en Monrovia, California, como la estatua que se alza frente al templo, pueden encontrarse en internet. Ojalá las modernas redes de comunicación nos ayuden a descubrir y venerar el milagro de la vida.

                                                             José-Román Flecha Andrés