ES RAQUEL QUE LLORA
En el mes de julio de este año 2012 he vuelto de nuevo
por allí. La parroquia de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Monrovia,
es una de las que forman el gran conglomerado de Los Ángeles, en California. Su
cercanía a las colinas le da un encanto especial. Me había alojado allí en el
año 2005.
Llegaba
entonces invitado por primera vez a impartir cursos en el Instituto de Pastoral
y Evangelización. Todo sigue prácticamente igual, excepto una capillita para la
adoración al Santísimo Sacramento y la pequeña estatua que se encuentra frente
a la fachada del templo.
LA MUJER ARRODILLADA
Es la imagen de una mujer
joven, arrodillada, con las manos cruzadas sobre su regazo. Parece abatida por
el dolor. Pudiera representar a la madre de uno de los miles de soldados
muertos en las guerras sostenidas por los Estados Unidos en diversas partes del
mundo.
Esa interpretación podría estar avalada por la frase
que se encuentra grabada sobre el pedestal: “Es Raquel que llora por sus hijos
y rehúsa consolarse, porque ya no existen”. La frase se encuentra en el libro
del profeta Jeremías (31, 15) y se refiere a las tierras de Belén y su comarca,
privadas de jóvenes por el exilio a Babilonia.
Como se sabe, esa frase ha
sido retomada por el evangelio según San Mateo, al dar cuenta de la matanza de
los inocentes (Mt 2, 18). En este contexto, no evoca el destierro de los
deportados, sino el asesinato de los niños, ordenado por Herodes con el intento
de eliminar al recién nacido Rey de los Judíos.
En el pedestal de la pequeña
estatua de la parroquia de la Inmaculada Concepción se puede leer otra
inscripción, que ayuda a comprender el
sentido del monumento. En ella se recuerda expresamente el dolor de las madres
que han pasado por el tremendo drama del aborto.
MUJERES SOLAS
La mujer de la estatua está arrodillada. Esa
postura puede reflejar su abatimiento o su arrepentimiento. Sin duda manifiesta
el dolor de tantas mujeres que ha optado por el aborto. A casi todas les han
presentado el aborto como una ocasión para llevar a la cabo la “libertad de
elección”.
Al mirar la estatua uno piensa en ellas, con afecto y
compasión. Muchas de ellas se han sentido como mujeres solas. Pocas madres
habrían abortado, si se hubieran visto apoyadas y amadas. Muchas personas a su
alrededor les han dicho que un embarazo pone fin a su vida. No es verdad. Un
embarazo es el florecer de un vida. La del bebé. Pero también la de la madre.
Es cierto que sus parientes
y amigos y especialmente el padre de la criatura, han de manifestarle su cariño
y su solidaridad. Las instituciones han de favorecer la maternidad, cualquiera
que sea la circunstancia en la que se ha producido. Y los medios de
comunicación han de apostar por el don y el milagro de la vida.
LA SOCIEDAD POSTRADA
Pero al ver la estatua, uno
piensa también en la sociedad. También ella ha quedado postrada. Lo admita o no
lo admita, la sociedad ha de considerar
amenazado su futuro, cada vez que se ve privada de esos hijos que habían
ya iniciado el camino de la vida.
Una sociedad no puede
privarse de las fuerzas que la hace vivir, convivir y sobrevivir. Las personas
que llegan con la inmigración nunca podrán sustituir a las personas que han
sido eliminadas por el aborto. El aborto siempre mira hacia el pasado. Todo
aborto es un pecado contra la esperanza.
Por cierto, tanto la
parroquia de la Inmaculada Concepción, en Monrovia, California, como la estatua
que se alza frente al templo, pueden encontrarse en internet. Ojalá las
modernas redes de comunicación nos ayuden a descubrir y venerar el milagro de
la vida.
José-Román
Flecha Andrés