LA SANGRE DE CRISTO
Celebramos
hoy el Domingo de Ramos. En la primera lectura, se proclama uno de los cantos
del Siervo del Señor, que nos van a acompañar en estos días. “El Señor Dios me
ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás”. Esta figura
del siervo profeta que escucha la palabra de Dios es el anticipo del Mesías
Jesús, que, según san Pablo, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta
la muerte, hasta la muerte en la cruz”.
La
bendición y la procesión de los ramos nos introduce en el ambiente de la Semana
Santa. Como los peregrinos que se acercaban a Jerusalén también nosotros cantamos: “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito
el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo!” Que él traiga la
salvación a nuestra vida.
Llevamos
a casa uno de los ramos bendecidos en este domingo. Y nos comprometemos a
mirarlo con fe, para recibir cada día al Señor que viene hasta nosotros.
EL
PAPEL DE PILATO
Pero
en el evangelio se lee siempre la pasión de Jesús. En el relato según san Mateo
encontramos algunos rasgos exclusivos de este evangelista. Por ejemplo, estos
tres:
•
Sólo en él dice Jesús que podría acudir al Padre, quien pondría a su
disposición legiones de ángeles.
•
Sólo en él se narra la muerte de Judas y el destino de los dineros que había
percibido por la traición.
•
Y sólo en él se anota que en el momento de la muerte de Jesús la tierra tembló,
se abrieron los sepulcros y muchos resucitaron.
Por
otra parte, vemos que el relato de la pasión de Jesús según san Mateo trata con
respeto a Pilato y el poder que representa. He aquí otros tres ejemplos:
•
La mujer de Pilato interviene a favor de Jesús, al que reconoce como inocente.
•
El procurador se lava las manos y parece descargar toda responsabilidad sobre
los dirigentes de los judíos.
•
Y por fin, Pilato permite poner guardia frente al sepulcro de Jesús.
Y
LA VOZ DEL PUEBLO
Para
este relato evangélico, el bien de la paz y la vivencia del mensaje de Jesús
obligan a suavizar los recuerdos de aquellos momentos tan dolorosos. Entonces y
ahora la evangelización está por encima y al margen de la revancha y del
reproche.
Hoy contemplamos a Jesús, sumido en el
silencio frente a Pilato, mientras el pueblo le desafía gritando:
•
“Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Podemos aplicarnos
esta proposición, conscientes como somos de que nuestras rebeliones contra el
proyecto de Dios han hecho correr la sangre de su Hijo y la de muchos otros
hijos de Dios.
•
“Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Por otra parte,
tendríamos que repetir con humildad y confianza este deseo, aparentemente
blasfemo, puesto que sólo la sangre de Cristo puede salvarnos de nuestros
pecados individuales y estructurales.
- Señor Jesús,
que derramaste tu sangre por nosotros, ayúdanos a vivir en gratitud, ofreciendo
lo mejor de nuestra vida por nuestros hermanos, que son también los tuyos.
Amén.
José-Román
Flecha Andrés