Is 50,4-9a
Mt 26,14-25
Uno de los
doce discípulos, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los
sacerdotes y les preguntó: “¿Cuánto me daréis, si os entrego a Jesús?”. Ellos
señalaron el precio: treinta monedas de plata. A partir de entonces, Judas
empezó a buscar una ocasión oportuna para entregarles a Jesús. El primer día de
la fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a
Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”.
Él les contestó: “Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: ‘El Maestro
dice: Mi hora está cerca, y voy a tu casa a celebrar la Pascua con mis
discípulos’“. Los discípulos hicieron como Jesús les había mandado y prepararon
la cena de Pascua. Al llegar la noche, Jesús se había sentado a la mesa con los
doce discípulos; y mientras cenaban les dijo: “Os aseguro que uno de vosotros
me va a traicionar”. Ellos, llenos de tristeza, comenzaron a preguntarle uno
tras otro: “Señor, ¿acaso soy yo?”. Jesús les contestó: “Uno que moja el pan en
el mismo plato que yo, va a traicionarme. El Hijo del hombre ha de recorrer el
camino que dicen las Escrituras, pero ¡ay de aquel que le traiciona! ¡Más le
valdría no haber nacido!”. Entonces Judas, el que le estaba traicionando, le
preguntó: “Maestro, ¿acaso soy yo?”. “Tú lo has dicho” -contestó Jesús.
Preparación: En la celebración eucarística de este miércoles santo, la primera
lectura recoge el tercero de los poemas del Siervo de Dios. En él se evoca la
fidelidad de aquel profeta misterioso. Fue llamado desde el seno materno a
escuchar con atención la palabra de Dios para que pudiera transmitir a los
abatidos una palabra de aliento.
Lectura: En el evangelio según san Mateo que hoy se proclama aparece de
nuevo la figura de Judas. Se recuerda el pacto que propuso a los sumos
sacerdotes: “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” Ellos se
ajustaron con él en treinta monedas, el precio de un esclavo. El texto
evangélico describe además los preparativos para la cena de Pascua que Jesús
había de celebrar con sus discípulos. Cuando está a la mesa con los Doce, Jesús
anuncia que uno de ellos lo va a entregar. Todos ellos le preguntan: “¿Soy yo
acaso, Señor?” Ante la pregunta de Judas, Jesús responde secamente: “Así es”.
Meditación: La figura del Siervo de Dios, humillado y perseguido, centra hoy
nuestra meditación sobre la misión de Jesús, Él es el mensajero y el mensaje de
Dios, el justo injustamente ajusticiado, cuyo honor Dios ha reivindicado para
siempre. Nosotros nos preparamos para la inminente celebración de la cena del
Señor y para hacer memoria de su muerte y su resurrección. No estamos ante una
simple representación. Según el prefacio que estos días se canta en nuestra
liturgia, en los días santos que se acercan “celebramos el triunfo del Señor
sobre el poder de nuestro enemigo y renovamos el misterio de nuestra
redención”.
Oración: Con el espíritu de fe y de gratitud que requiere la celebración de
estos misterios, hacemos nuestra la oración litúrgica de hoy: “¡Oh Dios!, que
para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz,
concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen”.
Contemplación: La fidelidad a su vocación habría de llevar al Siervo de Dios a
sufrir insultos, afrentas y azotes. Pero nadie podrá probar ninguna culpa en
él y Dios saldrá en su defensa, como
afirma él mismo: “Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso
ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado”. A la luz de
aquel profeta contemplamos hoy a Jesús. El texto evangélico parece subrayar en
este día que la Pascua de Jesús y su entrega no sólo se deben a la conjura de
los jefes religiosos del pueblo. Han sido facilitadas por la traición de un
discípulo.
Acción: Damos gracias
por nuestra redención y pedimos perdón por nuestras infidelidades al proyecto
del Señor.
José Román Flecha Andrés
José Román Flecha Andrés