martes, 15 de abril de 2014

EL HOMBRE Y LA VIDA

       EL RABINO Y EL CARDENAL ANTE EL ABORTO 
Apenas elegido papa con el nombre de Francisco, han aparecido varios libros que recogen escritos del cardenal Jorge Mario Bergoglio, hasta ahora arzobispo de Buenos Aires.
En uno de ellos entra en diálogo con su gran amigo el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano. Mano a mano, opinan sobre numerosos desafíos éticos y sociales que afectan a nuestra época. Por ejemplo, sobre el aborto.

EL RABINO

       El rabino reconoce que uno de los problemas de nuestra sociedad es haber perdido en gran medida el respeto por la santidad de la vida. Es importante esa declaración, que sitúa este problema en el marco de una cultura secularizada que ha perdido la referencia a lo sagrado.
Concretando un poco más, el rabino ofrece una opinión muy definida sobre el estatuto del embrión humano. En ningún momento se detiene a anotar discusiones sobre su naturaleza humana. En sus declaraciones la afirma expresamente. Ante el fruto de la concepción,  “por más que sea una célula, estamos hablando de un ser humano”.
Ahora bien, sus afirmaciones sobre el aborto son obligadamente ambiguas al referirse al judaísmo, puesto que en él no se encuentra una autoridad universal.  Por eso se ve obligado a admitir que, si bien el judaísmo condena el aborto en términos generales, lo permite en algunas situaciones, por ejemplo, cuando la vida de la madre corre un indudable peligro de muerte.
Sobre otras situaciones posibles, como el embarazo producido como efecto de una violación, o la aparición de fetos anencefálicos, reconoce que no hay unanimidad en el juadaísmo. De hecho, se encuentra un amplio abanico de posturas en el ámbito de la discusión rabínica.

       EL CARDENAL

      La postura del cardenal no admite fisuras ni en cuanto a la defensa de la vida humana ni por lo que se refiere a la calificación del aborto. En pocas palabras se refiere a diversos aspectos que, con frecuencia, se entremezclan tanto en las conversaciones cuanto en los debates públicos.  Sus afirmaciones podrían dividirse en cuatro bloques 
• “El problema moral del aborto es de naturaleza prerreligiosa, porque en el momento de la concepción está el código genético de la persona. Ahí ya hay un ser humano. Separo el tema del aborto de cualquier concepción religiosa. Es un problema científico”.
Es importante esta aclaración. Con frecuencia se acusa a los católicos de pretender imponer “su propia moral” a toda la sociedad. Se olvida que los valores morales no son un privilegio de la fe católica. El robo y la injusticia, la calumnia o la violación de una persona son males morales con independencia de la profesión religiosa de quien  los lleva a cabo. La raíz del bien y del mal es anterior a la creencia. Se basa en la dignidad de la persona, sea la que sea la fe del ofendido y del ofensor. La presencia de la vida es una cuestión científica.
• “No dejar que se siga avanzando en el desarrollo de un ser que ya tiene todo el código genético de un ser humano no es ético”. Como se puede ver, esta afirmación se sitúa en el plano ético. El mal moral del aborto no obedece a la trasgresión de un mandamiento positivo. Obedece a la interrupción de una vida humana ya iniciada.
• “El derecho a la vida es el primero de los derechos humanos”. Del plano ético, se pasa aquí al ámbito jurídico. Nuestra sociedad ha hecho bien en dotarse de un código de derechos humanos. Pero ninguno de ellos será posible ni exigible si se ha negado a la persona el derecho a la vida. Los derechos de unos reclaman los deberes de los demás.
• “Abortar es matar a quien no puede defenderse”. Finalmente, se expresa una conclusión lógica de las afirmaciones anteriores. Si nuestras sociedades modernas han ido descubriendo la trágica injusticia de la pena de muerte infligida a un culpable, mucho más dramática será la pena de muerte que se aplica a un inocente. Y nunca seremos  más inocentes que durante los meses que pasamos en el vientre de nuestra madre.
El Papa Francisco ha sido recibido con una gran esperanza. Su sencillez y cercanía no le impiden ser firme en las cuestiones relativas al valor de la vida humana.
                                                    José-Román Flecha Andrés