Diario de León 1.11.2025
DÍA
DE DIFUNTOS
1. En
algunos cementerios romanos se encuentran sepulturas de cristianos junto a las
sepulturas de los paganos. Los paganos escribían que el difunto había vivido
tantos años, meses y días. Y añadían las letras DM, para indicar que confiaban
sus muertos a los Dioses Manes de la familia.
Los
cristianos dejaban constancia del día, mes y año en que habían “depositado”
allí al difunto. Y añadían las letras DP, que significaban “Depositus in pace”. Es decir,
depositaban allí a sus difuntos en la comunión de la Iglesia, en la espera de
la resurrección.
2. Pronto se cumplirán sesenta años de la
clausura del Concilio Vaticano II. En su
constitución sobre la Iglesia, se dice que nuestra unión con los hermanos que se
durmieron en la paz de Cristo no se interrumpe con la muerte, sino que se
fortalece con la comunicación de los bienes espirituales.
Nuestros difuntos consolidan a toda
la Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto que ella ofrece a Dios en la
tierra y contribuyen a su edificación. Ya gozan de la presencia del Señor y
por él, con él y en él interceden por nosotros ante el Padre celestial. Su
fraterna solicitud ayuda mucho a la debilidad de los que aun peregrinan en la tierra
(LG 49).
3. Por eso, la Iglesia de los
peregrinos conserva con piedad el recuerdo de los difuntos, y ofrece sufragios
por ellos.
Al recordar a quienes han seguido fielmente
a Cristo, los cristianos nos sentimos impulsados a buscar la Ciudad futura y
aprendemos cuál es el camino seguro que nos conduce a la perfecta unión con
Cristo, o sea a la santidad.
Dios nos manifiesta su presencia y su
rostro en la vida de los que se han transformado en la imagen de Cristo.
Gracias a esos testigos y al testimonio que dan de la verdad del Evangelio nos
sentimos atraídos al Reino de Dios (LG 50).
4. Es necesario que amemos a estos
amigos y coherederos de Jesucristo, nuestros hermanos y bienhechores. Damos
gracias a Dios por ellos y los invocamos humildemente, confiando en sus
oraciones, en su ayuda y en sus auxilios.
La fe nos ayuda a vivir en la
esperanza del encuentro con el Señor resucitado y con todos los hermanos a los
que nos ha unido el amor. Como ha dicho recientemete el papa León XIV, “resucitar no significa
convertirse en espíritus evanescentes, sino entrar en una comunión más profunda
con Dios y con nuestros hermanos, en una humanidad transfigurada por el amor”.
5. Pues bien, la Celebración en honor
de los fieles difuntos es un signo y un testimonio de nuestra esperanza en la
vida eterna. Es la profecía de una “esperanza que no defrauda”, como escribió
el papa Francisco en la bula de convocación del jubileo del año 2025.
José-Román
Flecha Andrés