DEL DESENCANTO A LA ALEGRÍA
“La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se
encuentran con Jesús”. Esta frase encabeza la exhortación apostólica del papa
Francisco Evangelii gaudium (EG), es
decir, La alegría del Evangelio, firmada
el día 24 de noviembre del año 2013, solemnidad de Jesucristo, Rey del
Universo.
En
esta su primera exhortación el papa Francisco incluía muchas sugerencias para
emprender y continuar con esperanza y alegría la tarea de la evangelización
encomendada a todos los cristianos. Pero, sobre todo, trazaba un programa de
ideales y estrategias con la intención de orientar a la Iglesia a salir a la calle y llegar a las
“periferias existenciales” con el anuncio del Evangelio.
Ya
desde el primer momento, afirmaba el Papa que “con Jesús siempre nace y renace
la alegría” (EG 1). Esta valiente afirmación puede parecer demasiado
pretenciosa en una época marcada por el signo de la secularización de la
sociedad y aun de la “cristofobia” más radical, según el profesor
judío-americano J. H. H. Weiler.
Muchos
dicen haber encontrado la alegría en las mil diversiones que todos los días nos
oferta nuestro mundo. Pero el papa Francisco señalaba tres manantiales de los
que brota la tristeza de nuestra generación: “El gran riesgo del mundo actual,
con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista
que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada” (EG 2).
Es
interesante esa mención del ansia de tener, del anhelo de disfrutar y de la
voluntad de prescindir de los demás. En esos deseos se resumen las idolatrías
que seducen una y otra vez a toda persona.
Seguramente,
hay otros motivos para el desaliento de las personas que todavía no han
encontrado o han perdido la fe. Pero la tentación del desencanto no les afecta
solo a ellos. También muchos creyentes se ven atrapados en las redes de la
tristeza y de la desesperanza. Por eso, según el Papa, “se convierten en seres
resentidos, quejosos, sin vida”.
Ahora
bien, ese estado de ánimo no responde al proyecto de Dios. “Esa no es la opción
de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es
la vida en el Espíritu, que brota del Corazón de Cristo resucitado” (EG 2).
La
exhortación Evangelii gaudium ofrecía
como alternativa el reconocimiento de la vocación del hombre a la
trascendencia: “Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos,
cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para
alcanzar nuestro ser más verdadero” (EG 8). Esa idea había de marcar las ideas
y los proyectos del pontificado del papa Francisco.