LAS
PALMAS Y LAS PIEDRAS
1.La
peregrina Egeria, presenció en el siglo IV la procesión que bajaba del Monte de
los Olivos para recordar y celebrar la entrada de Jesús en Jerusalén.
El evangelio de Lucas anota que el entusiasmo
de los que aclaman a Jesús, agitando las palmas, surge cuando el cortejo se
acerca a la Ciudad Santa,
Los
gritos provienen de la multitud de los discípulos. Solo en el texto de Lucas se
dice que aquel griterío era una alabanza a Dios por todos los prodigios que las
gentes habían visto.
La
entrada de Jesús en Jerusalén es una ocasión más para revelar el misterio de
Jesús y recordarnos su misión. Él es el que viene en nombre del Señor. En él
adquieren pleno significado las palabras con las que eran acogidos los
peregrinos que subían a Jerusalén.
2.María
había sido proclamada “bendita” por Isabel. En las montañas de Judá Isabel
reconocía como “bendita” a María y proclamaba “bendito” el fruto de su vientre.
Ahora, pasados los años, Jesús es proclamado
“bendito” por sus discípulos en la montaña desde la que se divisa
Jerusalén. La cercanía de los lugares y
la coincidencia del título nos sitúa en el ambiente de la fe. Una fe que
descubre el proyecto de Dios sobre su enviado.
3.Entre
los espectadores del cortejo no faltan los fariseos. Pretenden que Jesús
reprenda a sus discípulos. También este detalle es importante. En el evangelio
de Mateo son los niños los que molestan. Aquí son los discípulos los que
reflejan su inocencia entusiasta.
El
texto de Lucas pone en boca de Jesús una frase proverbial que preanuncia ya la
difusión de su mensaje: “Si éstos callan gritarán las piedras”. El mensaje de
la misericordia de Dios no puede ser silenciado.
4.Jerusalén
está cerca de Belén. Jesús había nacido allí para llegar un día a esta Ciudad Santa.
Lucas coloca en boca de los discípulos que aclaman a Jesús un pregón semejante
a aquél con que los ángeles lo anunciaron al nacer: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en
la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”.
La
paz es el gran don de Dios. Los profetas habían anunciado la futura venida del
príncipe de la paz. Era fácil recordar la profecía de Zacarías que anunciaba la
llegada de un rey justo y victorioso, montado sobre un asno para proclamar la
paz a las naciones.
En
los tiempos antiguos la gloria de Dios reposaba sobre el monte santo en el que se
revelaba su Ley. En Jesús la gloria celeste se hacía cercana y visible en
Jerusalén.
5.Iniciamos
la Semana Santa de este año jubilar contemplando el misterio de la paz y de la
gloria que de Dios brotan y en Jesús se nos revelan.
Enriquecidos por esos dones, también nosotros podemos imaginar y diseñar un mundo nuevo y más justo.
José-Román Flecha Andrés