PALABRAS PARA LA PAZ
Ante el dramático espectáculo de las guerras, es
preciso evocar el ideal de la paz. Durante un siglo, los papas no han dejado de
promoverlo.
1.Benedicto XV, elegido papa al comienzo de la
primera guerra mundial, en su primera encíclica, Ad Beatissimi, incluía una dramática descripción y condena de la
guerra y el 1 de agosto de 1917 enviaba una nota a los jefes de los pueblos en
guerra para pedir el fin de aquella inútil carnicería.
2.En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII
pronunció el 24 de agosto de 1939 su famosa advertencia: “Es inminente el
peligro, pero todavía hay tiempo. Nada se ha perdido con la paz. Todo puede
perderse con la guerra”. En el radiomensaje de Navidad de 1944, cuando aún no
había terminado la guerra, proponía una evolución radical en la resolución de
los conflictos.
3.En su encíclica Pacem in terris, Juan XXIII decía que la carrera de armamentos
exige de los ciudadanos sacrificios enormes, mientras
que otros pueblos quedan sin las ayudas necesarias para su progreso económico y
social. “La consecuencia es que los
pueblos viven bajo un perpetuo temor, como si les estuviera amenazando una
tempestad que en cualquier momento puede desencadenarse con ímpetu horrible”.
4.En
su visita a las Naciones Unidas, el papa Pablo VI pronunció aquel dramático
ruego de “¡Nunca más la guerra!”. Dos años después en su encíclica Populorum progressio preguntaba: “Si el
desarrollo es el nuevo nombre de la paz, ¿quién no querrá trabajar con todas
sus fuerzas para lograrlo?”
5.En el mismo lugar, Juan Pablo II denunciaba la
producción masiva de armamento y propugnaba la cooperación internacional para
la promoción del desarrollo, al tiempo que señalaba la injusticia como la causa
de las guerras.
6.En
su último mensaje para la Jornada de la paz del año 2013, Benedicto XVI decía
que “aparte de las diversas formas de terrorismo y
delincuencia internacional, representan un peligro para la paz los
fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la
religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres…
El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios”.
7.Por su parte, el papa Francisco ha escrito que “no
podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos
probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le
atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales
madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más
la guerra!”.
Se impone, pues, la obligación moral de promover el ideal de la paz. Ello exige el compromiso ético en pro de la justicia. Para esta humanidad, tan acostumbrada a las guerras fratricidas, la paz sigue siendo una utopía inabdicable.
José-Román Flecha Andrés