ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Según
san Juan de Ávila, la fiesta de la
Asunción de María marcaba “el término
tan deseado y tan pedido por la sacratísima Virgen María, Madre de Dios y
Señora nuestra”. El día de la Asunción de María se convertía en la fiesta de la
libertad, de la gloria cumplida y de las esperanzas realizadas:
“Gócense
los buenos hijos de la libertad de su bendita Madre, y esperen ellos que, a
semejanza de ella, les vendrá el día de su libertad, en que, libres de la
corrupción de esta vida, gocen con ella en el cielo del don de incorrupción
perpetua, de cumplida gloria y de la alegre vista de Dios”.
La
celebración de la Asunción de María a los cielos le sugería una sencilla
exhortación: “Estemos, pues, muy atentos, y no perdamos de vista a esta Señora,
tan acertada en sus caminos y tan verdadera estrella y guía de los que en este
peligroso mar navegamos”.
También Santa Teresa cuenta que
en esta fiesta de la Asunción de María, se le representó en un arrobamiento “su
subida al cielo, y la alegría y solemnidad con que fue recibida y el lugar
adonde está”. Y añade que esta visión le
aprovechó “para desear más pasar grandes trabajos” y le quedó un “gran deseo de
servir a esta Señora, pues tanto mereció”.
LA
OBRA DE DIOS
El
evangelioo que hoy se proclama recoge el
canto gozoso y agradecido de María (Lc 1,39-56). Las estrofas del “Magnificat”
revelan, proclaman y agradecen el estilo de Dios.
-
“Ha mirado la humillación de su esclava”.
Frente a la altanería de los poderosos, con frecuencia tan injusta como
despiadada, se alza la misericordia del Dios que apuesta por los más débiles y
oprimidos.
-
“Me felicitarán todas las generaciones”.
Dios prometió a Abraham que por él se bendecirían todos los linajes de
la tierra (Gén 12,3). La antigua profecía se ha cumplido en María. Gracias a
Jesús, la bendición de Dios se convierte en bienaventuranza para todos.
-
“Ha hecho obras grandes por mí”. Para
María, las grandes obras de Dios incluyen la maternidad física de Jesús. Pero
comprenden las riquezas del Reino que por Jesús se revelan y se otorgan a los
pequeños y a los humildes.
UN
SIGNO CELESTIAL
La
visión del Apocalipsis coloca a la Iglesia en el centro de la bóveda celeste
(Ap 12,1). La liturgia ve esa profecía a la luz de los misterios que
transforman la vida de María:
•
“Una mujer vestida del sol”. La luz de
Dios revelada en el Cristo inunda a María y a la Iglesia. Purificadas e
iluminadas por Él se convierten en faro para la peregrinación de las gentes. Su
esencia determina su misión imprescindible.
•
“Una mujer con la luna por pedestal”. La
luz de María y de la Iglesia no brota de sus méritos. Como el pálido claror de
la luna, su brillo es reflejo de una luz que las trasciende y las lleva a vivir
en humilde transparencia.
•
“Una mujer coronada con doce estrellas”. El signo cósmico del zodíaco se asocia
a las tribus de Israel y al número apostólico para desvelar el papel de María y
de la Iglesia. La naturaleza y la historia coronan al icono de la fe, al
ejercicio de la fe, a la obediencia de la fe.
-
“Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la
inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo; concédenos que aspirando siempre a
la realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el
cielo”. Amén.
José-Román
Flecha Andrés