lunes, 1 de abril de 2024

CADA DÍA SU AFÁN - 6 de abril, 2024


DON Y TAREA DE LA MISERICORDIA

  "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia". Con estas palabras, tomadas del salmo 118, comenzaba el papa san Juan Pablo II su homilía el día 30 de abril del año 2000. Aquel día declaraba santa a sor Faustina Kowalska.

En la ciudad de Vilnus, capital de Lituania, podemos visitar la capilla en la que ella había recibido la revelación de Jesús, que le decía: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona".

Bien sabemos que esa idea no era nueva. El pueblo de Israel creía y confesaba que Dios es clemente y misericordioso (Éx 34,6). Y Jesús de Nazaret proclamaba dichosos a los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7).

El mismo papa Juan Pablo II, había publicado una encíclica que ya desde el título se refería a Dios como “Rico en misericordia”. Teniendo en cuenta los terribles dramas del siglo pasado, el Papa recogía la revelación que Jesús había hecho a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina".

Según él, este “no es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.

Al principio del nuevo milenio, el Papa preveía de alguna manera el futuro, al preguntarse: “¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio”.

Evidentemente, la meditación sobre la misericordia divina no puede motivar la indiferencia ante la miseria humana, ante los sufrimientos de toda la humanidad. Por ello, “el mensaje de la misericordia divina es también un mensaje sobre el valor de todo hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios. Cristo dio su vida por cada uno, y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su intimidad”.

 El Papa exclamaba: “¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti confío", que la Providencia sugirió a sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno”.

 Por todo ello, san Juan Pablo instituía el domingo segundo de Pascua como el domingo de la divina misericordia. Una revelación del amor misericordioso de Dios y una invitación para descubrir y practicar las obras de misericordia. Un don precioso y una tarea imprescindible.

                                                                           José-Román Flecha Andrés