EL AMOR MISERICORDIOSO
La
celebración del domingo de la Divina Misericordia nos ha hecho recordar a una
religiosa española que difundió ampliamente la devoción al Amor Misericordioso
de Dios, que se manifiesta en la vida y en la muerte de Jesús Crucificado.
María Josefa Alhama Valera nació de una familia muy humilde el día 30
de septiembre de 1893 en El Siscar, Santomera, en la provincia de Murcia.
Cuando tenía 6 ó 7 años, el párroco de Santomera, don Miguel Aliaga y
sus dos hermanas la enseñaron a leer y escribir, en tiempos en que esa
iniciación a la cultura era un lujo para algunos privilegiados.
Ella se
quedó en la casa del párroco hasta el 15 de octubre de 1914, cuando entró a
formar parte de la congregación de las Hijas del Calvario, en Villena. En 1924
escribió en la revista “La vida sobrenatural”, fundada y dirigida por el
dominico padre Juan González Arintero, nacido en Lugueros, León.
Impulsada
por el ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús, entendió que Dios la llamaba a
hacer presente en el mundo su Amor Misericordioso. En la Nochebuena de 1930, en
un piso de la calle Velázquez, en Madrid, inició la congregación de las
Esclavas del Amor Misericordioso, que había de educar a niños y atender a
tantos necesitados de pan y de consuelo.
La Madre Esperanza de Jesús, como ahora se llamaba, en 1936 se
trasladó a Roma, donde atendió asiduamente a los heridos de la II Guerra
Mundial. Allí fundaría en 1951 la rama masculina de los Hijos del Amor Misericordioso. En esa década comenzó a poner en práctica
la construcción de lo que había de ser el centro de Collevalenza, en Lodi,
Perugia, Umbria.
Junto a esta hermosa basílica, presidida por
la imagen de Jesucristo Crucificado, se levantan otros edificios de residencia
y de acogida para peregrinos. La Madre Esperanza deseaba este lugar “para que
todos sepan que Dios es un Padre que ama, perdona, olvida y no tiene en cuanta
los pecados de sus hijos cuando los ve arrepentidos”.
Como se sabe, el día 13 de mayo de 1981 el papa Juan
Pablo II fue víctima de un atentado que podía haber sido mortal. El día 22 de
noviembre del mismo año visitó el santuario y se entrevistó con la Madre
Esperanza. A ella y a las “siervas” les dijo que “el mundo tiene sed, incluso
sin saberlo, y la Divina Misericordia está llamada a extender esta agua y la
curación milagrosa del alma y del cuerpo en este mundo”.
Tras una vida llena de gracias místicas y de confianza en Dios, la Madre Esperanza falleció el día 8 de febrero de 1983. El día 31 de mayo de 2014 ante una amplia asamblea, presidida por el cardenal Angelo Amato, sería beatificada en el santuario que ella había soñado para dar al mundo el testimonio del Amor Misericordioso de Dios. Allí descansan sus restos y allí se respira su espíritu.
José-Román Flecha Andrés