martes, 2 de enero de 2024

CADA DÍA SU AFÁN 6 DE enero de 2024

 

                                                    

ESPERANDO A LOS MAGOS

 La víspera de Reyes es inolvidable para cualquiera que haya visitado un lugar donde se celebre la Cabalgata. Es verdad que en otros países se atribuyen los regalos a San Nicolás, obispo de Myra y sepultado en Bari o a algún otro personaje legendario y hábilmente manipulado por la mercadotecnia. Pero no hay nada como la llegada de los Magos.

Sin embargo, las costumbres seculares o las nuevas oleadas culturales pueden hacernos olvidar el profundo sentido de la fiesta de la Epifanía o Manifestación del Señor.

Sería oportuno recordar que, precisamente el día 6 de enero del año 1967, fiesta de la Epifanía del Señor, el papa Pablo VI celebraba la santa misa en la basílica de San Pedro, en el Vaticano. En aquella ocasión había decidido manifestar públicamente el interés de la Iglesia católica por acercarse a las gentes de China.

Aquel deseo no estaba motivado por intereses políticos o económicos. Tampoco se debía a un pretendido proselitismo religioso. En aquella solemne celebración, el Papa trataba de exponer a los fieles la última motivación de la fiesta de la Epifanía, es decir, de la manifestación de Cristo a la humanidad.

No es de extrañar que en medio de su homilía exclamara Pablo VI: “¡Cuánta luz contiene este hecho, este misterio!… Os sugerimos considerar la Epifanía como la fiesta de la vocación de los pueblos, de todos los pueblos, sin distinción, a la misma salvación y a la misma fortuna”.

Según él, los jóvenes seminaristas que le escuchaban, procedentes de China y de otros muchos países y residentes en el Colegio de Propaganda Fide, podían compararse a los Magos de Oriente. Estaban llamados a descubrir que la venida de Dios al mundo estaba destinada a repetirse en nuestro tiempo y en todos los lugares de la tierra.

El papa Pablo VI expresaba su deseo de que “la Epifanía, es decir la manifestación de Cristo, nos ilumine a todos, nos dirija a todos por el camino de la verdad, de la justicia, de la fraternidad y de la paz, que nos salve a todos”.

Había transcurrido un año y un mes desde la clausura del Concilio Vaticano II. Era un buen momento para preguntarse cómo había de difundirse por el mundo el mensaje del Evangelio que había resonado en aquella asamblea. ¿Cómo había que promover aquellos valores morales que dignifican a la humanidad?

Pasados los años, y teniendo en cuenta el actual panorama del mundo, nos preguntamos cómo recobrar el sentido de la Epifanía. Hoy esperamos a los Magos. Sabemos que tendrán que evitar las asechanzas de los Herodes actuales. Pero confiamos en que nos traigan los dones que pueden hacernos más humanos y mejores creyentes.

                                                        José-Román Flecha Andrés