EL SUEÑO DE LA PAZ
El día 11 de abril
de 1963 el papa Juan XXIII publicó la encíclica
“Pacem in terris”, en la que
afirmaba que “la paz en la tierra es la suprema aspiración de toda la humanidad
a través de la historia”. Según él, la paz “no puede establecerse ni
consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios”.
Dos años antes de la publicación de la encíclica se había
levantado el muro de Berlín, que dividió la ciudad y vio caer muertos a muchos
ciudadanos que deseaban alcanzar la libertad.
Seis meses antes, la llamada crisis de los misiles que se
dirigían a Cuba estuvo a punto de provocar
una guerra nuclear, que habría podido poner en peligro a toda la
humanidad.
El papa Juan XXIII recordó el valor de los derechos
humanos y subrayó cuatro exigencias y pilares de la paz: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Al cumplirse
cuarenta años de la publicación de aquella encíclica, el papa Juan Pablo II, en
su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2003, se refería a la dramática
situación de Oriente Medio y de Tierra Santa. Su observación es hoy más actual
que nunca.
• En la Tierra Santa, el efecto creciente de un rechazo
recíproco exacerbado y de una cadena infinita de violencias y venganzas ha
hecho fracasar todo intento de iniciar un diálogo serio sobre las cuestiones
reales en litigio.
• La situación precaria que allí se vive cada día se hace
todavía más dramática por el contraste de intereses entre los miembros de la
comunidad internacional.
• Si los que ocupan puestos de responsabilidad no se
cuestionan con valentía su modo de administrar el poder y de procurar el
bienestar de sus pueblos, será difícil progresar verdaderamente hacia la paz.
• La lucha fratricida, que contrapone en Tierra Santa las
fuerzas que preparan el futuro de Oriente Medio, muestra la urgente exigencia de
una política basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de la
persona.
• Esa política es más ventajosa que el conflicto actual.
Hace falta partir de esta verdad. Ésta es siempre más liberadora que cualquier
forma de propaganda, especialmente si la propaganda sirve para disimular
intenciones inconfesables.
Han pasado sesenta años desde la publicación de aquella
encíclica sobre los derechos y los deberes humanos y sobre la urgencia de suscitar
la solidaridad capaz de traer la paz al mundo. Y han pasado otros veinte años
desde aquella consideración del conflicto permanente que se desarrolla en la
Tierra Santa.
Parece que no hemos logrado promover aquellos cuatro valores morales que habían de fundar y sostener la paz. La situación actual no es menos alarmante. Esta es la hora de hacer realidad el sueño de la paz.
José-Román Flecha Andrés