EVANGELIZAR CON ALEGRÍA
Hace
ya diez años el papa Francisco publicaba su exhortación apostólica “La alegría
del Evangelio”. En ella nos decía que “con Jesús siempre nace y renace la
alegría” (EG 1). Y, de paso, señalaba tres manantiales de la tristeza: “El
corazón cómodo y avaro, la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, la
conciencia aislada” (EG 2).
1. Es vital que la Iglesia salga a
anunciar el Evangelio a todos, “sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). La
evangelización requiere “primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y
festejar” (EG 24). Primerear es adelantarse y salir al encuentro, buscar a los
alejados y “oler a oveja”.
2. Lo más importante es el anuncio del
amor salvador de Dios que se manifiesta en Jesucristo muerto y resucitado (EG
36). Es necesario presentar las verdades de siempre en un lenguaje que refleje
su eterna novedad (EG 41).
3.
Ante los procesos que estamos atravesando, el papa Francisco incluye
cuatro fórmulas negativas:
• “No a una economía de la expansión”.
Hoy se considera al ser humano como un bien de consumo que se puede usar y
tirar. Los marginados y excluidos son explotados, como desechos sobrantes (EG
53).
• “No a la nueva idolatría del
dinero”. La tiranía del consumo, la
trampa de la deuda, la corrupción y la destrucción del medio ambiente reflejan
los intereses del mercado, que ha sido divinizado (EG 55-56).
• “No a un dinero que gobierna en lugar
de servir”. Es urgente crear una solidaridad desinteresada. La economía y las
finanzas deben descubrir una ética a favor del ser humano. “¡El dinero debe
servir y no gobernar!” (EG 58).
• “No a la inequidad que genera
violencia”. Si no hay igualdad de oportunidades, la violencia estallará un día.
El sistema social y económico es injusto en su raíz. “La inequidad provoca la
reacción violenta de los excluidos del sistema” (EG 59).
4.
Por otra parte, el Papa nos exhortaba a tratar de emprender con valentía y
esperanza un camino positivo.
• Sí al desafío de una espiritualidad
misionera. Tenemos que superar el desencanto y el complejo de inferioridad. ¡No
nos dejemos robar el entusiasmo misionero! (EG 78-80).
• Sí a las relaciones nuevas que genera
Jesucristo. Hemos de superar nuestro egoísmo y nuestro individualismo
enfermizo. ¡No nos dejemos robar la comunidad! (EG 87-92).
• Sí a la presencia de los laicos, que
“son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios”. “¡No nos dejemos robar
la fuerza misionera!” (EG 102-109).
5. Evidentemente, estamos llamados a anunciar el Evangelio en este momento de la historia. “Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista- siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (EG 183).
José-Román Flecha Andrés