LA PENDENCIA DEL JORDÁN
“Riñendo la omnipotencia con el siervo
pertinaz, entró el Verbo a meter paz, y mojose en la pendencia”. Así interpretaba
Alonso de Bonilla el bautismo de Jesús en el río Jordán. La suya era una
interpretación que a la verdad teológica le unía una cierta picardía
popular.
Aquel platero y poeta andaluz imaginaba
la tensión multisecular de la misericordia y el poder de Dios con la tozudez y
la pretensión humana de autonomía. El Verbo de Dios hecho carne se sabía y
sentía como necesario y oportuno mediador de aquel pleito, siendo como era
parte de lo divino y de lo humano.
El bautismo de Jesús sería por tanto el
acto en el que Jesús pretendía poner paz entre Dios y los hombres. No era un
rito de penitencia para el bautizado en el Jordán. Era un acto de
mediación por el que Jesús buscaba la
reconciliación entre Dios y los hombres.
En su breve poema, el poeta repite hasta
tres veces que lo que Dios sacó de esta paz fue salir “bien mojado en la
pendencia”. Este baño del Hijo de Dios, lejos de significar una humillación de
lo divino, refleja más bien una glorificación gratuita y generosa de lo humano.
Siglos antes, san Isidoro de Sevilla había reflexionado
sobre esta bajada de Jesús hasta el Jordán, comparándola con la bajada de
Josué. En efecto, Josué, hijo de Nun, había bajado al Jordán para introducir a
su pueblo en la tierra de la libertad. Y Jesús, hijo de María, bajó al Jordán
para ganar la definitiva libertad para sus hermanos.
Al Jordán había bajado también Naamán,
jefe de los ejércitos de Siria. Llegaba afectado por la lepra. Y el profeta
Eliseo le ordenó que fuera a bañarse siete veces en el río. No le fue fácil
obedecer. La observación de un criado le hizo cambiar de decisión. Para bañarse
tuvo que desprenderse de su armadura. No le salvaron sus medallas, sino su
humildad.
En su “Historia de Cristo”, Giovanni
Papini subraya que el Bautista llama a los pecadores para que se laven en el
río antes de hacer penitencia. “Pero en Cristo no existen ni siquiera
apariencias de conversión”. Es razonable preguntarse por qué decide bajar hasta
el Jordán para hacerse bautizar.
Hay que recordar que Jesús es único
entre todos. Es la limpieza de la verdad y la verdad de la limpieza. “Va entre
los impuros con la sencillez del puro; entre los pecadores con la fuerza del
inocente; entre los enfermos con la franqueza del sano”.
Jesús de Nazaret baja hasta el Jordán
para hacerse solidario y hermano de todos los pecadores y leprosos, de todos
los angustiados y oprimidos. De todos los sucios, que viven descontentos de
serlo, de todos los que esperan la curación y anhelan una conversión. El
bautismo de Cristo es la profecía de su resurrección y de la nuestra.