EL SEÑOR DE LA VIDA
“Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella” (Sab 1,13-15; 2,23-25). Esta lectura tomada del libro de la Sabiduría no es una interesante lección filosófica sobre la muerte y la mortalidad del ser humano.
Es, sobre todo,
una invitación a la meditación sobre la dignidad del hombre y sobre la meta de su
esperanza. Vivimos entre el miedo y la
algarabía. Con demasiada frecuencia nos entretenemos con las pequeñas cosas de
cada día. Unas nos preocupan y otras nos divierten. La palabra de Dios nos
lleva hoy a preguntarnos cómo miramos al más allá.
Con el salmo 29,
en este domingo recobramos el aliento suficiente para poder agradecer nuestra liberación: “Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado”.
San Pablo trata de exhortar a los Corintios para que colaboren en la colecta que él está promoviendo a favor de los pobres de Jerusalén. Pero sigue teniendo actualidad ese intento de comprobar la sinceridad de nuestro amor (2 Cor 8,7-9).
DOS SITUACIONES
También en el
evangelio de hoy aparece la sombra de la muerte, acompañada por la enfermedad
(Mc 5,21-43). Pero aparece, sobre todo, la figura de Jesús como señor de la
vida, como apoyo de la fe y como fuente de la esperanza. Por medio de dos
situaciones muy humanas se hacen evidentes en Jesús dos atributos divinos como
la misericordia y el poder.
• Dos mujeres coinciden
en la mención de un número símbólico. Una
niña de doce años está a punto de morir. Y una mujer lleva ya doce años
padeciendo unas hemorragias que no solo son molestas, sino que la condenan a
una situación de impureza legal.
• En ambos casos
se manifiesta la fuerza sanadora y vivificante de la oración. Por una parte,
Jairo pide la salud y la vida para su hija. Y, por otro lado, la mujer enferma
alimenta en silencio su confianza en el Maestro.
• Además, se nos
dice que la Palabra de Jesús logra acallar la algarabía de las plañideras que lamentan
la muerte de la niña. Y pone fin al silencio con que la mujer enferma pretendía
ocultar tanto su dolencia como su esperanza.
DEL TEMOR A LA VIDA
Los sentidos
corporales son las celosías y ventanas del alma, como escribía san Bernardo.
Entre ellos, es muy importante el sentido del tacto. Jesús no lo desprecia. Al
contrario, toca a las personas, aun en los casos en los que la Ley lo
prohíbe.
• Mientras va
caminando, Jesús “nota” que alguien le
ha tocado. Se da cuenta de que de él ha salido un poder. También la mujer
enferma “nota” que ha sido curada al tocar la orla del manto del Maestro. Su
poder no obedece a la magia, sino a la confianza.
• Llegado a la
casa de Jairo, Jesús “toma de la mano” a la niña muerta. Con ese gesto se enfrenta
a la Ley y a las tradiciones de su pueblo, pero indica que su poder es
cercanía. La divinidad de Jesús no comporta la negación de su humanidad.
• Pero no basta
el tacto. Hay que recordar el valor de la fe en el Señor. Jesús dice a la mujer
que su fe la ha salvado. Y dirige a Jairo una exhortación a la confianza: “No
temas; basta que tengas fe”. Solo la fe
en Cristo nos ayuda dar el paso del temor a la vida.
- Señor Jesús, muchas personas han sido afectadas por la enfermedad y por la muerte. Hoy queremos orar por ellas. No queremos ser indiferentes al dolor de todos los que sufren. Toca tú nuestro corazón para que podamos hacer visible tu misericordia y tu poder. Amén.
José-Román Flecha Andrés