martes, 16 de abril de 2019

CADA DÍA SU AFÁN 19 de abril 2019


                 EL GALGO Y LA LIEBRE

“Seguís al Señor sin cruz? Pues no vais tras él”. Así interpelaba san Juan de Ávila a los fieles que escuchaban aquel sermón que predicó un miércoles de la semana de Pasión. Una interpelación que podría ser muy actual en nuestros días, en que nos inventamos una fe cristiana bastante cómoda y apoltronada.
El santo Maestro Ávila, apoyaba su discurso en los textos evangélicos que se refieren a todas aquellas gentes que buscaban a Jesús, pretendiendo alcanzar de él tanto el pan como la salud:
“Muchos se venían cuando predicaba en los montes, en el campo y en los templos, y de cuantos le siguieron entonces no hubo uno que le ayudase a llevar la cruz. La cruz dice el Señor que le ayudéis a llevar. Ni por dineros, ni por ruegos, nunca hallaron quien le ayudase a llevar la cruz, sino por fuerza hicieron  a Simón Cirineo que se la ayudase a llevar”.
Como sabemos, los textos del Nuevo Testamento sugieren que aquel trabajo de Simón no quedó sin recompensa. Por algo se anota que era el padre de Alejandro y  de Rufo. Se ve que en las primeras comunidades, estos hijos de aquel hombre procedente del norte de África habían encontrado un hogar espiritual.
Pero saltando a su tiempo y a las gentes del siglo XVI, Juan de Ávila descubría unas tendencias que son tan universales que trascienden las fronteras del tiempo y del espacio. Las personas nos parecemos unas a otras mucho más de lo que pretendemos demostrar. Seguir a Jesús en las horas de dificultad no suele ser muy apetecible para quien solo sueña con las comodidades que puede ofrecer la vida:
“En los placeres, en las amistades, en las misericordias, todos le siguen, todos confían en su misericordia, y no hay ninguno que le ayude a llevar la cruz. No hay quien pueda sufrir que le quiten lo que algo le duele. No hay quien sufra a su prójimo con paciencia. No hay quien se aparte del mal por Jesucristo y le ayude a llevar la cruz”.
Por si no quedaba claro su pensamiento, el Maestro Ávila apelaba a una curiosa imagen que debía de ser muy conocida por muchos de sus oyentes:
“¡Oh! Mal galgo que siguió a la liebre por el llano, y porque se le entró por unas espinas deja la liebre y vuélvese sin ella. De esa manera seguís a Jesucristo. Seguís sus pisadas por llano; amáis sus misericordias, os holgáis con los consuelos; y porque se os mete por las espinas, dejáis a Jesucristo… No, así no”.
Mal colaborador tiene el cazador si ve que su galgo no se arriesga a perseguir a la liebre por temor a salir con algún rasguño. Malos creyentes somos nosotros si solo nos acercamos al Señor cuando la vida nos sonríe.
Seguir a Jesucristo hasta la cruz es el estilo y el desafío que nos han dejado todos los mártires que nos han precedido en los siglos pasados y en los tiempos más recientes, aun en nuestras propias familias.
                                                                            José-Román Flecha Andrés