«Gratis habéis recibido; dad gratis» (Mt
10,8). Estas palabras de Jesús han sido elegidas por el papa Francisco como
lema para la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de
2019.
Como modelo, el Papa recuerda que los
gestos gratuitos de donación, como los del Buen Samaritano, son la vía más
creíble para la evangelización. “El cuidado de los enfermos requiere
profesionalidad y ternura, expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas
como la caricia, a través de las cuales se consigue que la otra persona se
sienta querida”.
Frente a la cultura del descarte y de la
indiferencia, que tanto le preocupan, el Papa afirma que el don desafía el
individualismo y la fragmentación social, para impulsar nuevos vínculos y
diversas formas de cooperación humana entre pueblos y culturas.
Todos somos pobres e indigentes y necesitamos
para vivir los cuidados y la ayuda de los demás. Siempre experimentaremos la
impotencia ante alguien o algo. Por eso, hemos de permanecer humildes y practicar la virtud de la solidaridad.
“Solo cuando el hombre se concibe a sí
mismo, no como un mundo aparte, sino como alguien que, por naturaleza, está
ligado a todos los demás, a los que originariamente siente como “hermanos”, es
posible una praxis social solidaria orientada al bien común”.
El Papa recuerda la figura de la santa
Madre Teresa de Calcuta, un modelo de caridad que hizo visible el amor de Dios
por los pobres y los enfermos, y acogió y defendió la vida humana, tanto la no
nacida como la abandonada y descartada.
Según el Papa los voluntarios, tan
importantes en el sector socio-sanitario, son el Buen Samaritano que puede ocuparse del transporte y de la asistencia de los
pacientes, proveer las donaciones de sangre, de tejidos y de órganos y tutelar los
derechos de los enfermos.
El
voluntario es un amigo desinteresado que escucha y crea las condiciones para
que el enfermo se convierta en un sujeto activo y protagonista recupere la
esperanza, y esté mejor dispuesto para aceptar las terapias.
El voluntariado comunica valores,
comportamientos y estilos de vida que tienen en su centro el fermento de la
donación. Así es como se realiza también la humanización de los cuidados.
Las estructuras católicas están llamadas a
expresar el sentido del don, de la gratuidad y de la solidaridad, en respuesta
a la lógica del beneficio a toda costa, del dar para recibir, de la explotación
que no mira a las personas.
Finalmente, el Papa nos exhorta a promover
la cultura de la gratuidad y del don, indispensable para superar la cultura del
beneficio y del descarte.
La salud necesita confianza, amistad y
solidaridad, es un bien que se puede disfrutar “plenamente” solo si se
comparte. La alegría del don gratuito es el indicador de la salud del
cristiano.