ARTESANOS DE LA PAZ
No queremos olvidar que la Jornada Mundial de la Paz fue
instituida por el papa san Pablo VI. El día 1 de enero de este año 2019 se ha
celebrado la 52ª edición de estas
jornadas. En el mensaje con que nos invitaba a celebrarla, el papa
Francisco ha afirmado rotundamente que “la
buena política está al servicio de la paz”.
Tras recordar las virtudes que
configuran una buena política y los vicios que a veces la afectan, escribe él que “la buena política promueve la participación de
los jóvenes y la confianza en el otro”.
Al leer el texto recordamos
cómo ya san Isidoro de Sevilla decía que las leyes (leges) han de estar al
servicio del bien común. Cuando las leyes se promulgan para que sirvan a
intereses de personas particulares o privadas, ya no merecen ese nombre sino
que se convierten privilegios (privilegia).
Pues bien, el papa Francisco
escribe que “Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente
a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en
peligro”.
Pero añade que esos casos “los jóvenes pueden sentirse
tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la
sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro”.
Es muy oportuna esta referencia a los jóvenes después de
la celebración de un sínodo de obispos
dedicado a reflexionar sobre ellos. El Papa considera que “cuando la política se traduce en un estímulo
de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se
propaga en las conciencias y sobre los rostros”.
No solo eso, en esos casos, se llega a una confianza
dinámica, a una fe compartida en la posibilidad de trabajar juntos por el bien
común. Pero el horizonte se amplía más allá de los jóvenes. Si reconoce los
carismas y capacidades de cada persona,
la política favorece la paz”.
Todos podemos colaborar en la construcción de la casa
común. Para ello hace falta redescubrir el respeto al derecho y el ejercicio
del diálogo. Cuando eso ocurre, la vida política puede generar la confianza de
que es posible liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales
y espirituales.
Es verdad que una confianza de ese tipo nunca es fácil de
alcanzar en estos tiempos en que la desconfianza echa sus raíces en el miedo al
otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales, en la
cerrazón cultural y en los “nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad
que tanto necesita nuestro mundo globalizado”.
Retomando una expresión que repite con frecuencia, el
papa Francisco escribe que “hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan
artesanos de la paz, que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios
Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana”.