LA PROFECÍA DE LA ESPERANZA
“Suscitaré
a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”. Ese
oráculo divino transmitido por Jeremías (33,14-16) es la promesa fundamental que resuena en este
primer domingo del Adviento. Esa profecía alimentaba la esperanza del pueblo de
Israel. Y alienta también la nuestra.
• “Suscitaré a David un vástago legítimo”. Como
sabemos, el profeta Natán había prometido al rey David que Dios le daría una
casa y una descendencia. Pues bien, la fe cristiana ha visto en Jesús la
realización de aquella promesa. Jesús es el descendiente de David. Su pueblo lo
esperó sin conocerlo. Nosotros estamos llamados a reconocerlo.
•
“Hará justicia y derecho en la tierra”. Nuestro mundo nos presenta un panorama de mentira y de engaño, de
corrupcion y de muerte. Pero el ser humano necesita palabras y hechos de
justicia. El Adviento nos ayuda a recordar que Jesús vino a anunciar el reino de la verdad. Los creyentes estamos llamados a
colaborar en su realización.
EL MIEDO Y LA CONFIANZA
En el evangelio que
hoy se proclama (Lc 21,25-28.34-36) Jesús anuncia que un día los astros
temblarán. Con ello se insinúa que es inútil depositar la confianza en lo que
parece más estable en todo el universo. Es evidente que el verdadero creyente
no puede atribuir a las cosas creadas un valor absoluto y definitivo.
Es muy interesante la observación de los sentimientos
humanos que el texto revela. Ante el temblor de los astros, es decir, de lo que
se considera más firme, la reacción espontánea es el temor: “Los hombres
quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima
al mundo, pues los astros temblarán”.
Sin embargo, ante ese sentimiento, el evangelio contrapone
una actitud de confianza: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la
cabeza, se acerca vuestra liberación”. Con todo, es verdad que la confianza
requiere vigilancia y ascetismo. No dejarse embotar por el vicio, mantenerse despiertos y pedir a Dios la
fuerza necesaria.
EL QUE VIENE
El texto no se limita a describir ese
especáculo cósmico y su efecto sobre las gentes. Es un “evangelio”, es decir,
una buena noticia: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con
gran poder y gloria”. Esa profecía es la
razón de nuestra esperanza.
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“Verán al Hijo del hombre”. Estas palabras remiten a la profecía que se
encuentra en el libro de Daniel. Pero nos recuerdan que el Señor ya está entre
nosotros. Nuestra infidelidad y nuestra pereza nos impiden descubrirlo. La
esperanza nos lleva a desear su manifestación.
•
Vendrá “en una nube”. La nube es una de las imágenes más habituales para
expresar la presencia de Dios. La nube dificulta la vision del horizonte, pero
acerca los sonidos. Él Señor está cerca de nosotros, aunque a veces nos resulte
difícil percibirlo. Escuchemos su voz.
•
Vendrá “con gran poder y gloria”. El Hijo del hombre es el Justo injustamente
ajusticiado. Ante los poderes de este mundo se mostró débil e indefenso. Pero
ante su gloria actual se ha de doblar
toda rodilla. Es el Señor.
-Señor
Jesús, te esperamos como el Hijo del Hombre prometido. Aguardamos tu
manifestación final como Señor de la historia. Que la próxima celebración de tu
nacimiento nos lleve a acoger tu mensaje y a colaborar a su realización con
aguante, con audacia y con alegría, como nos lo pide el papa Francisco. Amén.