SORDO Y MUDO
“Decid a los cobardes de corazón: Sed
fuertes, no temáis…Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se
abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. Con estas
palaras que hoy se leen en la misa, el profeta Isaías anuncia un futuro en que
las capacidades humanas serán potencidas por Dios (Is 35,4-7).
Llega para el pueblo la hora en que será
liberado de la esclavitud que había padecido en Babilonia. Además, la
recuperación de los sentidos vendrá acompañada por un sorprendente cambio en el
paisaje. En el desierto brotarán manantiales de agua y el páramo se convertirá
en un estanque. Todo demuestra que Dios es el Señor del hombre y de su mundo.
Claro que para que la liberación traiga la
armonía hay que escuchar la palabra de Dios y no hacer discriminación de
personas. Ese es el mensaje de la carta de Santiago que se proclama en la
segunda lectura (Sant 2,1-5).
LOS GESTOS Y LA PALABRA
El evangelio se hace eco de las promesas
de Isaías. En tierra de paganos, a Jesús le presentan un sordo que apenas puede
hablar. Son otros los que lo llevan hasta el Señor y suplican que le imponga
las manos. Como se ve, el enfermo depende
de los demás. Un aviso para nuestra autosuficiencia. Necesitamos que alguien
nos acerque al Salvador
El texto anota que Jesús aparta de la
gente al sordomudo. Es cierto que la persona necesita la ayuda de los demás
para llegar hasta el Maestro, pero sólo de él puede venir la salvación. Jesús, que es la Palabra de Dios, es el único
que puede capacitarnos para oír su mensaje y para poder transmitirlo a los
demás.
Es interesante ver que los que acompañan
al enfermo piden a Jesús que le imponga las manos. Ese gesto se convertiría en
tradicional entre los creyentes. Pero no puede reducirse a un gesto mágico. Con él reconocemos la
gratuidad de la bendición y los dones del Señor.
Jesús metió sus dedos en los oídos del
sordo y con la saliva le tocó la lengua. Esos eran precisamente los gestos que
podían llevar a aquel enfermo a comprender el don que Jesús le concedía. Sin
embargo, los gestos fueron acompañados por una palabra, que la comunidad quiso
conservar en la lengua original: “Effetá”, esto es “ábrete”.
ESCUCHAR Y PREGONAR
El relato evangélico recoge el comentario
de las gentes que conocieron aquella curación: “Todo lo ha hecho bien: hace oír
a los sordos y hablar a los mudos”. Nos
alegra comprobar que Jesús suscitaba la admiración de las gentes.
• Jesús hace oír
a los sordos. A los de antes y a los de ahora. No quieren oír la voz del
Maestro quienes no están dispuestos a ajustar su conducta a sus propuestas.
Pero aun entre los discípulos del Señor, parece difícil escuchar la palabra de
Dios y vivir de acuerdo con su mensaje de vida y de limpieza. Es preciso
rogarle que nos libre de nuestra sordera.
• Jesús hace
hablar a los mudos. Se dice que el mal de este mundo surge por la maldad de los
corrompidos y por el silencio de los que se creen buenos y honrados. Es urgente
pedirle al Señor que nos dé la osadía que nos aconseja el papa Francisco en su
exhortación “Gaudete et exsultate”. El evangelizado está llamado a ser
evangelizador.
- Señor Jesús, en
esta sociedad que te rechaza a ti y rechaza tu palabra, nos resulta difícil
escuchar tu voz entre el bullicio y la publicidad. Abre tú nuestro oído para
que aceptemos tu mensaje. Y suelta nuestra lengua para que podamos pregonar el
“gozo del evangelio”. Amén.