EL PASTOR VERDADERO
“No hay salvación en ningún otro, pues bajo el
cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos”
(Hech 4,12). Evidentemente, Simón Pedro se refiere al nombre de Jesucristo. En
su nombre, Juan y él habían curado al paralítico que yacía a la puerta del
Templo.
Los jefes
del pueblo y los ancianos los habían detenido, encarcelado y azotado. Pero no los juzgaban por haber devuelto la
salud a un enfermo. Eso les habría merecido el rechazo de las gentes. Los
apóstoles son juzgados como malhechores precisamente por haber curado a aquel
paralítico en el nombre de Jesús.
Jesús era
como la piedra desechada por los constructores. Pero por voluntad del Padre se
había convertido en la piedra angular de un nuevo edificio (Sal 117). He ahí la
gran contradicción y la fuente de escándalo, entonces y ahora.
LA
COMUNIDAD
El
evangelio de este domingo cuarto de Pascua nos ofrece todos los años la
alegoría evangélica que nos presenta a Jesús como el verdadero Pastor de su
rebaño. En el contexto en el que fueron pronunciadas, esas palabras eran una
denuncia contra los pastores que no servían a su pueblo, sino que se servían de
él. Hay tres actores en el relato:
• El lobo
ataca a los rebaños. Roba las ovejas y las dispersa. Estas imágenes no pueden
ser ignoradas. El texto evangélico tiene ya presentes a las comunidades que son
atacadas, divididas y dispersadas por los que buscan sus intereses y traen la
muerte.
• Hay
responsables de la comunidad que se comportan como asalariados. No les importan las ovejas. No están
dispuestos a defenderlas. En consecuencia, las abandonan en el momento en que
se presenta el peligro.
• El pastor
verdadero se interesa por sus ovejas. En realidad, está dispuesto a dar su vida
por ellas. Y, además, se interesa por otras ovejas que no pertenecen a su
rebaño o le han sido arrebatadas. Hace lo posible por atraerlas a la comunidad.
LA
REVELACIÓN
Esta
alegoría evangélica contiene una de las revelaciones más importantes sobre
Jesús: sobre su identidad y sobre su misión: “Yo soy el buen Pastor, que
conozco a mis ovejas y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo
conozco al Padre”.
• “Yo soy
el buen Pastor”. Era esta una imagen muy familiar para el pueblo de Israel. Con
ella se revelaba el amor de Dios a su pueblo. Y la comunidad cristiana habría
de ver en ella la imagen del Señor que se cuidaba de ella.
• “Conozco
a mis ovejas y las mías me conocen”. La
expresión refleja la cercanía y la intimidad de Jesús con cada uno de los que
le siguen. Si Jesús los conoce personalmente, ellos han de esforzarse por
conocerlo y reconocerlo cada día.
• “Como el
Padre me conoce y yo conozco al Padre”.
No se puede olvidar esta comparación final. La relación existente entre
el Padre y Jesús ha de ser el modelo y la pauta para las relaciones entre los
miembros de la comunidad y sus pastores.
- Señor
Jesús, te reconocemos como nuestro verdadero Pastor. Conocemos tu solicitud por
cada uno de nosotros. Te agradecemos el don de tu vida. Y queremos seguir tus
pasos y esforzarnos por construir una comunidad digna de ti. Bendito seas por
siempre. Amén.
José-Román Flecha Andrés