martes, 20 de febrero de 2018

CADA DÍA SU AFÁN 24 de febrero de 2018

                                                               
MUCHOS AÑOS SIN MORAL

Hace pocos días una religiosa se asombraba de que yo estuviera impartiendo un curso de Teología Moral. Y con toda espontaneidad comentó: “Yo llevo treinta años sin oír nada de Moral”. Lamentablemente ella estaba saliendo de viaje y no hubo tiempo para enhebrar una conversación sobre el tema.
Pero esa afirmación no ha dejado de rondarme por la cabeza. Seguramente aquella frase implicaba una pregunta que formuló como de paso: “¿Ha cambiado algo la moral?” El año 1990, en el documento “La verdad os hará libres”  los obispos españoles afirmaban que en nuestra sociedad “aumenta el desconcierto, la incertidumbre, la indecisión, que, tarde o temprano, acabarán en un subjetivismo o en un laxismo moral, en una moral de situación o en un rigorismo que, por encima de todo, reclama seguridades”.
Desde entonces muchos documentos de la Iglesia han analizado los numerosos desafíos morales de nuestra época y repensado las mismas bases de la moral, como la libertad y la responsabilidad o el conflicto entre la legalidad y la conciencia.  Nunca como en este tiempo se ha hablado tanto del pecado estructural, de los valores morales y de la educación de la virtud.
 En la encíclica “El esplendor de la verdad”, Juan Pablo II reflexionaba expresamente sobre los fundamentos de la moral. Y en la instrucción “Don de la vida”, el magisterio de la Iglesia analizaba las cuestiones relativas a la reproducción humana asistida, así como la relación entre las leyes y la moralidad.
Benedicto XVI nos regaló las encíclicas “Dios es amor”, “Salvados en esperanza” y “Caridad en la verdad” y preparó otra sobre la fe. La moral no solo miraba a los pecados, sino que evocaba la belleza de las virtudes teologales. El papa Francisco insiste una y otra vez sobre la necesidad de cuidar esta casa común. Y en su exhortación “La alegría del amor” nos invita a considerar a fondo la majestad de la conciencia individual.
Claro que no bastan los documentos. A todos nos han preocupado las cuestiones morales. La violencia doméstica y el abuso de los niños, la dificultad para integrar a emigrantes y refugiados. El hambre y la sed de las personas y de los pueblos. Las guerras y la carrera de armamentos. El terrorismo, la droga y las numerosas adiciones actuales. El aborto y la eutanasia, la corrupción política y los secuestros de personas. La desaparición de los niños que llegan a nuestras costas. La descarada promoción del adulterio y del suicidio. Y el vergonzoso deterioro de la creación.
¿Se puede afirmar que durante treinta años no se ha oído nada de moral? ¿Hemos sabido escuchar estos desafíos? Tal vez ocurra lo que a aquel buen hombre que no sabía que él hablaba en prosa. Puede ser que hayamos perdido hasta la misma concepción de lo moral y de lo ético. Dicen que los peces no saben lo que es el agua.
                                            José-Román Flecha Andrés