“Dios
ha iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera”.
Así lo recordamos en la primera oración de la misa de medianoche. La luz brilla
en las tinieblas. En la oscuridad del mundo. Y en la turbación de nuestras
conciencias. Dios nos ha ofrecido su luz en la persona de Jesús, nacido para
nuestra salvación.
El misal contiene tres formularios diferentes para la
celebración de las misas en esta solemnidad de la Natividad del Señor. La
variedad y riqueza de las lecturas bíblicas nos ayuda a meditar el misterio del
Hijo de Dios que se hace hombre y entra en la historia humana.
En
la misa que se celebra en el corazón de la noche, los ángeles cantan la gloria
de Dios y la paz que él regala a sus hijos. Los ángeles trasmiten a los
pastores la espléndida noticia del nacimiento de Jesús. Su mensaje es un
“evangelio”, que les invita a superar el temor y a gozar de la alegría de la
salvación.
LOS
MENSAJEROS
Se
pensaba que los pastores no eran fiables. No podían ser testigos en los
tribunales humanos. Pero Dios los elige como testigos privilegiados del suceso
más importante de la historia (Lc 2,15-20). En tres puntos se resume su suerte
y vocación en el evangelio.
•
En primer lugar, se ve que la palabra de los ángeles no ha caído en el vacío. A
los pastores corresponde la responsabilidad de actuar. De hecho, se pasan unos
a otros la palabra, “dialogan” y se animan mutuamente a ir con rapidez a Belén
para “ver” lo que han “oído” de parte del Señor. Entran en juego tres sentidos
humanos. La fe suscita el coloquio.
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En segundo lugar “encuentran” a María, a José y al niño acostado en un pesebre.
Con esas pocas palabras, el relato evangélico sugiere la sorpresa ante el
hallazgo, la verificación del mensaje, el estupor ante lo inesperado. La fe
suscita el asombro ante lo imprevisto, es decir ante el misterio que supera las
previsiones humanas.
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En tercer lugar, los pastores “cuentan” a María y a José lo que los ángeles les
han dicho sobre aquel niño. Los humildes tienen una palabra que puede aclarar
el misterio. Sin pretenderlo, los pastores asumen el papel de los ángeles. Se
convierten en mensajeros de Dios. En realidad, ellos mismos son un mensaje de
gracia.
EL
VERBO DE DIOS
En
la tercera misa de este día se proclama el comienzo del evangelio de San Juan,
que se leerá de nuevo en el segundo domingo después de la Navidad. Pero ya en
este día se subraya la frase central de esta profunda meditación: “El Verbo se
hizo carne y habitó entre nosotros”. Una vida no nos bastaría para agotar su
riqueza.
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“El Verbo se hizo carne”. La sabiduría que se cantaba ya en los textos de
Israel no es tan sólo el contenido o el tono de los discursos humanos. La
Palabra de Dios es Dios. Pero se ha hecho carne. No es una mera idea. En Jesús
se hace tangible y visible.
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“El Verbo habitó entre nosotros”. El texto original sugiere que la Palabra de
Dios ha plantado su tienda de campaña entre los hombres. La Palabra de Dios
acompaña la peregrinación humana para iluminar los caminos de todo el que la
acoge con fe.
Los
relatos de ángeles y pastores atraen más la imaginación que la honda meditación
sobre el Verbo de Dios. Pero aquéllos y ésta coinciden en señalar el modo
admirable como Dios ha restablecido la dignidad humana por este Niño nacido
para nosotros.
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“Dios de misericordia: hoy que nos ha nacido el Salvador para comunicarnos la
vida divina, humildemente te pedimos que nos haga igualmente partícipes del don
de su inmortalidad”. Amén.
José-Román Flecha Andrés