“¡Ojalá rasgases el cielo y bajases,
derritiendo los montes con tu presencia!” (Is 63,19). El pueblo de Israel se
siente atribulado a causa de sus enemigos. Pero siente tambien su parte de
responsabilidad. Sabe que ha perdido el camino. Ve que se ha endurecido su
propio corazón y que ha olvidado el temor o respeto al Señor.
Como
se ha dicho en los versículos precedentes, es preciso que Dios se muestre una
vez más. Que muestre su poder y su ternura, su fuerza y su compasión. Que
muestre que es el Padre de su pueblo. En ese contexto, el orante manifiesta un
deseo que se convierte en súplica apasionada y ferviente. ¡Que Dios rasgue los
cielos y baje!
El
salmo responsorial se hace eco de ese anhelo irrefrenable: “Señor, Dios
nuestro, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79). Estas súplicas, tan
apropiadas al Adviento que hoy comienza, encuentran apoyo en las palabras de
San Pablo. A los que aguardan la manifestación de Jesucristo les asegura que el
Señor los mantendrá firmes hasta el final (1Cor 1,7-8). Es la promesa más
oportuna para los que tratamos de mantener viva la esperanza.
ATENCIÓN
Y VIGILANCIA
A lo largo del año lítúrgico que hoy comienza
se nos ofrecerá la lectura del evangelio según san Marcos. En este primer
domingo del Adviento escuchamos una invitacion de Jesús a mantener una
esperanza despierta y vigilante (Mc 13,33-37).
•
“Estad atentos y vigilad”. Es este un aviso importante para creyentes y no
creyentes. Hoy todo nos invita a vivir apresuradamente. La frivolidad se ha
convertido en nuestro estilo habitual. Las noticias y los acontecimientos pasan
con toda velocidad. Prestar atención a lo que sucede es una buena medida de
prudencia.
•
“No sabéis cuándo es el momento”. Por numerosos que sean los adivinos y los
agoreros, no somos capaces de adivinar el futuro. Creyentes y no creyentes
vamos caminando en la oscuridad. No podemos vivir en la indiferencia. Es pecado
distraernos. Vigilar el curso de la historia es una obligación moral.
Estas
actitudes de la atencion y la vigilancia se reflejan en la parábola de los
criados que aguardan el regreso de su amo. Como el portero de la casa, hemos de
permanecer en vela.
LA
IMAGEN DEL PORTERO
Es
importante recordar el deber del portero. El texto evangélico se hace eco de la
última palabra de esa parábola. Con ello indica que ese era el punto central
del mensaje.
•
Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa. Nuestros cálculos no
son de fiar. Nuestros programas pastorales no pueden certificar el momento en
que las personas y las estructuras podrán reflejar la presencia del Señor.
•
Que no venga inesperadamente. El Señor viene a este escenario del mundo. Está
viniendo siempre. Pero con demasiada frecuencia nosotros vivimos distraidos,
prestando atencion a mil bagatelas. Es un dolor que él llegue y no estemos
esperándolo.
•
Que no os encuentre dormidos. El papa Francisco ha dicho que una de las
tentaciones del evangelizador es la acedia. Nos hemos acomodado en la poltrona y
nos hemos quedado dormidos. Es hora de despertar de nuestra modorra.
- Señor Jesús, perdona nuestra desesperanza y nuestra
presunción. No saber el tiempo de tu llegada nos invita a velar y trabajar.
Queremos vivir en esperanza.
José-Román
Flecha Andrés