“Radiante e
inmarcesible es la sabiduría… La encuentran los que la buscan… Quien temprano
la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada… Ella misma busca por
todas partes a los que son dignos de ella” (Sab 6,12.14.16). En este hermoso
poema sobre la sabiduría por tres veces aparece el verbo “buscar”.
Y con
razón, porque la sabiduría es para la Biblia el gran tesoro. Es el mayor de los
dones de Dios. Para encontrarla hay que prescindir de muchas cosas. Y decidirse
a buscarla para descubrirla al amanecer, sentada a nuestra puerta. Es ella la
que viene a encontrarnos. Esa es la gran tarea y la enorme alegría de la
esperanza cristiana.
Es evidente
que la sabiduría se identifica con el mismo Dios. Es él a quien buscamos, a
veces sin saberlo. Por eso el salmo responsorial nos invita a cantar: “Oh,
Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti” (Sal 62,2).
Esa sed,
que resume nuestra esperanza, no quedará defraudada. San Pablo nos asegura que
quien ha creído en la resurrección de Jesucristo estará siempre con el Señor
(1Tes 4,17).
ESPERA Y
COMPROMISO
El
capítulo 25 del evangelio de Mateo nos ofrece tres hermosos textos sobre la
esperanza. El primero es la parábola de las diez doncellas invitadas a la
celebración de una boda (Mt 25,1-13). ¿Qué es lo que las caracteriza?
•
Tienen en común que todas ellas tienen una función importante en la celebración
de la fiesta: han de salir a esperar al esposo e iluminar el cortejo con sus
lámparas. Para todas se hace pesada la espera y todas se dejan vencer por el
sueño.
•
Pero se diferencia en algo muy importante. Cinco de ellas han tomado aceite para
alimentar sus lámparas. Las otras cinco, no. Las previsoras aparecen como
prudentes, mientras que las otras cinco son calificadas como necias o
descuidadas.
La
parábola nos recuerda que la esperanza no es solo un sentimiento. No puede
identificarse con la frivolidad ni con la pasividad. La esperanza es activa y
comprometida. Exige sabiduría. Esperar implica operar.
LA
ORACIÓN Y LAS OBRAS
En
la segunda parte de esta parábola se nos dice que la espera no es una falsa
ilusión. El esposo llega a la fiesta. Como ha dicho el papa Francisco, “nuestra
esperanza tiene un rostro”. El texto recoge un breve diálogo y una exhortación.
• “Señor,
Señor, ábrenos”. Las jóvenes descuidadas pierden tiempo al tratar de remediar
su error y llegan tarde a la fiesta. Su lamento resume la súplica de todos los
que, aun si saberlo, deseamos encontrarnos con el Señor.
•
“En verdad os digo que no es conozco”. Nos engañamos si pensamos que la
esperanza es una virtud fácil y trivial. No se sostiene solo con palabras, sino
que requiere esfuerzo y prudencia. La oración ha de ir acompañada por las
obras.
•
“Velad, porque no sabéis el día ni la hora”. Con esta exhortación concluye
Jesús la parábola. El mismo papa Francisco
nos dice que el problema no es “cuándo” se mostrará el Señor, sino el
“estar preparados para el encuentro”.
- Señor Jesús, queremos mantener viva nuestra
esperanza. Que nuestra espera refleje el compromiso diario con el que
preparamos nuestro encuentro contigo. Amén.
José-Román Flecha Andrés