EL JORNAL
Como el
cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes” (Is 55,9). Este oráculo divino, recogido en el
libro de Isaías, repite un mensaje que debería constituir una de nuestras
primeras afirmaciones de fe.
Dios no es
indiferente a la peripecia humana. Él nos conoce y nos ama. Está cerca de
nosotros. Pero no podemos imaginarlo según nuestros esquemas de pensamiento y
de conducta. Sus planes no coinciden con los nuestros. Y nuestros planes muy
pocas veces coinciden con los planes de Dios.
El salmo
responsorial confiesa esa cercanía de Dios: “El Señor es justo en todos sus
caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo
invocan, de los que lo invocan sinceramente” (Sal 144,17-18). La fe nos ayudará
a repetir con san Pablo: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir”
(Flp 1,21).
LA LLAMADA
DE DIOS
En
la parábola que hoy se proclama, Jesús presenta a un propietario que sale
varias veces al día a contratar jornaleros para que vayan a trabajar a su viña
(Mt 20,1-16). Se ajusta con todos en un denario. Pero al final de la tarde paga
a todos por igual. Esto suscita las protestas de los que han trabajado durante
más horas.
• En primer lugar se nos recuerda que Dios es
el dueño y nosotros somos unos jornaleros. Él es el Señor. Hemos de estar
agradecidos porque ha querido contar con nosotros. Trabajar en su viña es un
honor.
•
El Señor nos paga con lo que nos ha prometido. Si paga a los últimos como a los
primeros es tan solo un signo de su bondad. La misericordia de Dios es
sorprendente. Su misericordia no es
injusta, pero va más allá de la justicia.
•
Es cierto que en esta tierra y en nuestra sociedad tenemos el deber de defender
nuestros derechos. Pero nadie puede presumir de haber adquirido unos derechos
ante Dios. Todo es gracia.
LA
LIBERTAD DE DIOS
La
parábola de los jornaleros se cierra con dos preguntas y una reflexión sapiencial
que es todo un desafío:
• “¿Es
que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?” Con demasiada
frecuencia nos atrevemos a juzgar a Dios. Como si él necesitara nuestros
consejos. Como si nosotros tuviéramos la sabiduría que a él le falta.
• “¿Vas
a tener tu envidia porque yo soy bueno?” Los criterios que utilizamos para
evaluar los acontecimientos están dictados muchas veces por nuestros intereses.
Nuestro egoísmo nos impide aceptar que los caminos de Dios no son nuestros
caminos.
•
“Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” . En contra de lo
que se piensa en nuestro mundo, lo que nos hace valiosos ante Dios no son
nuestros esfuerzos, sino su amor gratuito y universal.
-
Padre nuestro, clemente y misericordioso,
agradecemos de corazón que nos hayas elegido para trabajar en la viña de
tu reino. Sabemos que no tenemos derecho a imponerte nuestros criterios y
nuestras normas. Así que danos humildad para aceptar tu voluntad. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés