La alabanza de la fe de los cristianos
no es porque creen
que Cristo murió,
sino porque creen
que Cristo resucitó.
Que Cristo murió lo
creen también los paganos.
San Agustín, Comentario
al Salmo 101, 2,7
La noche anterior, después de la cena
pascual, Jesús había salido a orar al Huerto de los Olivos, acompañado de sus
discípulos más íntimos. Su oración fue como el eco de la tentación que había
afrontado en el desierto: un intento de ver claramente los caminos del Padre.
Al fin fue la fe, sólo la fe, la que le ayudó a repetir: «Hágase tu voluntad y
no la mía…» (Lc 22,42)
– Jesús
Maestro, enséñanos a aceptar los caminos que Dios ha trazado para nuestras
vidas.
– Jesús
Hermano, acompaña con tu gracia a todos los que no consiguen ver con claridad
la voluntad del Padre.
– Jesús
Señor, aumenta nuestra fe, que es pequeña y débil, frágil y tentada.
2ª
Estación: Jesús carga con la cruz
Como Isaac en el camino que llevaba hasta
el monte de su propio sacrificio (Gén 22,6), Jesús carga con el instrumento de
su propio suplicio (Jn 19,17). Como Isaac, también Jesús desearía hacer
preguntas, informarse, saber qué ha de pasar y por qué tiene que ocurrir. Sin
embargo, al igual que Isaac, Jesús se limita a caminar en la fe, sin entender
demasiado.
– Jesús
Maestro, enséñanos a aceptar y seguir los caminos de Dios.
– Jesús
Hermano, te reconocemos como modelo en las horas amargas en que hemos de tomar
la cruz.
– Jesús
Señor, danos fuerza para seguir tus pasos confiadamente.
3ª
Estación: Jesús cae por primera vez
En el camino de la fe se esconde siempre
una primera tentación: la de perder el sentido de la existencia. No
verme a mí mismo en ese camino. En el fondo lo que pasa es que no nos
valoramos suficientemente y no creo que Dios quiera servirse de nosotros.
Escuchamos ciertamente su voz pero «endurecemos el corazón» como Israel en el
desierto (Sal 95,8).
– Jesús
Maestro, enséñame a escuchar y aceptar con fe la voz del Padre.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a valorar nuestro puesto y nuestra tarea en la obra de la
salvación.
– Jesús
Señor, sabemos y confesamos que tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68)
4ª
Estación: Jesús encuentra a su madre
Isabel había dicho a María: «¡Feliz la que
ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor»
(Lc 1,45). Pero cuando fue a presentar a Jesús en el templo, Simeón le había
pronosticado: «Una espada atravesará tu alma» (Lc 2,35). Su estupenda fe no
libró a María del dolor. Ni de la espada que su mismo hijo venía a traer a la
tierra (Mt 10,34).
– Jesús
Maestro, enséñanos a prestar atención y acogida a la palabra de Dios.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a descubrir la presencia y la demanda de todos los que sufren
– Jesús
Señor, que nuestros ojos estén siempre dispuestos a «ver tu salvación».
5ª
Estación: Jesús es ayudado por Simón
Cireneo
Durante la última cena, Jesús había lavado
los pies a sus discípulos, a pesar de la resistencia que mostró Simón Pedro (Jn
13,1-16). Se trataba significar con ese gesto su propia entrega. Y también de
darles una lección difícil. En el camino de la cruz, sólo es grande el que
sirve a los demás, el que está dispuesto a ayudar a llevar la cruz. También eso
pide la fe.
– Jesús
Maestro, enséñanos a servir como Tú has servido y a aceptar la ayuda de los
demás.
– Jesús
Hermano, que seas tú el modelo e inspiración del voluntariado moderno.
– Jesús
Señor, despierta entre nosotros corazones abiertos para ayudar con fe a los
necesitados.
6ª
Estación: Jesús la verónica limpia el
rostro de Jesús
Jesús había dejado bien claros los
criterios por los que se realizará el juicio último sobre los hombres. Al fin
se tendrá en cuenta el pan que han dado al hambriento o el agua ofrecida al
sediento. Lo que a ellos hagamos a Jesús se lo hacemos (Mt 25, 31-46). La fe
nos hace descubrir el rostro del Mesías en el rostro de los que sufren. Esa es
la lección de la Verónica.
– Jesús
Maestro, enséñanos tus continuas lecciones de servicio y de entrega a los
demás.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a revisar las intenciones y estrategias de nuestras
estructuras sociales.
– Jesús
Señor, que la fe nos lleve a descubrir tu imagen en los que nos necesitan.
7ª
Estación: Jesús cae por segunda vez
En el camino de la fe se esconde con
frecuencia una segunda tentación: la de la insolidaridad y el egoísmo. Cada uno
de nosotros desea vivir para sí mismo. Como si no perteneciera a una comunidad.
Como si pudiera apropiarse del maná que pertenece a los demás, como hicieron
los israelitas en el desierto (Éx 16,17-20).
– Jesús
Maestro, enséñanos a escuchar siempre la voz de tu Padre y nuestro Padre.
– Jesús
Hermano, que la fe nos ayude a diseñar una globalización de la solidaridad.
– Jesús
Señor, dirígenos cada día la pregunta que Dios hizo a Adán: «¿Dónde está tu
hermano?».
8ª
Estación: Jesús consuela a las mujeres de
Jerusalén
Jesús había dicho que la fe es capaz de
mover montañas y moreras (Mc 11,23; Lc 17,5-6). Pero con eso no garantizaba a
nuestra fe el resultado de una eficacia visible. ¡Cuántas veces el creyente
tiene que constatar la pobreza efectiva de sus esfuerzos!. Es cierto que no
basta con lamentarse a la orilla del camino, pero Jesús valora esa misma
pobreza.
– Jesús
Maestro, enséñanos a vivir una fe comprometida y responsable con nuestro mundo.
– Jesús
Hermano, consuélanos cuando nos vemos cansados y abatidos.
– Jesús
Señor, aumenta en nosotros esa fe que mueve montañas y moreras.
9ª
Estación: Jesús cae por tercera vez
En el camino de la fe se esconde casi
siempre una tercera tentación: la de la autonomía o la idolatría. A lo largo
del camino hay muchas veces en que quisiéramos adorar más las cosas de Dios que
al
Dios de nuestras cosas: también Israel adoró un becerro de oro en medio
del desierto (Éx 32,1-6).
– Jesús
Maestro, enséñanos a escuchar con fidelidad la voz del Padre.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a venerar el nombre de Dios, sin confundirlo con nuestros
ídolos.
– Jesús
Señor, tu presencia nos repite la pregunta de los salmos: «¿Dónde está tu
Dios?».
10ª
Estación: Jesús es despojado de
sus vestiduras
La fe había llevado a Abraham a ponerse en
camino, saliendo de su casa, hacia una tierra desconocida (Gén 11,1). La fe
lo llevó hasta el monte donde iba a sacrificar a su hijo (Gén 22,1-2). Porque
los caminos de la fe siempre pasan por el desgarro y el despojo. Por una
desnudez más dolorosa que la de los vestidos.
– Jesús
Maestro, enséñanos a aceptar el riesgo de vivir las exigencias de la fe.
– Jesús
Hermano, suscite entre nosotros profetas que denuncien el despojo de los pobres.
– Jesús
Señor, hecho pobre para enriquecernos, ayúdanos a comprender que Tú eres
nuestra única riqueza.
11ª
Estación: Jesús es clavado en la
cruz
El Sumo Sacerdote había dicho: «Conviene
que muera un hombre por la salvación de todo el pueblo» (Jn 11,50). En el
camino que va a Emaús dos discípulos comprendieron el primer día de la semana
que «Era necesario que padeciese y así entrase en la gloria» (Lc 24,26). Pero
sólo la cruz hace comprensible esta suprema y aparente necedad.
– Jesús
Maestro, enséñanos que no te encontraremos ni en la fuerza ni en la sabiduría,
sino en la cruz.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a descubrir con la mirada de la fe el dolor de aquellos en
los que tú eres hoy crucificado.
– Jesús
Señor, te reconocemos como el «Siervo de Dios» que entrega su vida por sus
hermanos.
12ª
Estación: Jesús muere en la cruz
A pesar de su fe, el Varón de Dolores muere
suspirando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34). Aquel
antiguo salmo (Sal 22,2) que se extingue en sus labios mantiene la confianza en
el Padre, pero no brinda respuestas facilonas al misterio de la existencia.
Todo hombre muere en soledad ante su Dios.
– Jesús
Maestro, enséñanos a dirigirnos al Padre celestial con esa confianza que de ti
aprendimos.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a colaborar con las instituciones que tratan de defender la
vida humana.
– Jesús
Señor, levantado en alto, atrae nuestras miradas hacia ti, escucha nuestra
oración y ten piedad de nosotros.
13ª
Estación: Jesús es puesto en
brazos de su madre
Al morir, Jesús le ha dicho a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26). Cuando Jesús le indica a Juan, brota
en el corazón de María una nueva maternidad, una nueva familia, una nueva
responsabilidad. La fe que en otro tiempo la había llevado a buscar a Jesús
perdido (Lc 2,41-50), la lleva ahora a buscar por el mundo a Jesús oculto.
– Jesús
Maestro, enséñanos a redescubrir nuestro puesto en el seno de la Iglesia.
– Jesús
Hermano, sacude nuestra comodidad y despierta nuestra fraternidad dormida.
– Jesús
Señor, ayúdanos a amar a la Iglesia, nuestra Madre y a sentirnos responsables
de su misión.
14ª
Estación: Jesús es puesto en el
sepulcro
En tiempos de los Macabeos, una madre
alentaba a sus hijos a afrontar el martirio recordándoles su fe en la
resurrección (2 Mac 7,23). Descansar en el sepulcro es para Jesús la caída en
el surco de un grano que pronto germinará. «Lo que con lágrimas se siembra, se
cosecha entre cantares» (Sal 126,6).
– Jesús
Maestro, enséñanos la fuerza que se esconde en el misterio del grano que cae en
el surco.
– Jesús
Hermano, mantén en alto nuestra fe y alienta nuestra esperanza.
– Jesús
Señor, que la penumbra de nuestra fe desemboque un día en la claridad de tu
gloria. Amén.
José-Román Flecha Andrés
José-Román Flecha Andrés