VIDA, DULZURA Y ESPERANZA NUESTRA
Es hermoso unirnos a tantos hermanos y
hermanas que a lo largo de los tiempos se han dirigido a María con esta
invocación: “Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida dulzura y
esperanza nuestra”.
La acumulación de esos cinco títulos es
muy sugerente. Y es también una buena pauta para nuestra oración personal y
comunitaria. La misericordia y la esperanza son las señales de nuestra Reina y
Señora.
• María es esperanza para los que tienen
ese espíritu de pobres, que los lleva a poner su confianza solamente en Dios,
en lugar de apoyarse en los ídolos inhumanos de este mundo.
• María es esperanza para los mansos y
humildes de esta tierra, es decir para todos los que han renunciado a la
violencia y tratan cada día de convertir el servicio a los demás en el lema de
su vida.
• María es esperanza para todos los que
sufren y lloran, para todos los afligidos, especialmente al ver cómo se
desprecia la voluntad y el proyecto de Dios sobre este mundo.
• María es esperanza para aquellos que
tienen hambre y sed de la justicia, es decir para los que todavía anhelan la
meta de la rectitud y la santidad sin caer en la doble tentación de la
desesperanza y la presunción.
• María es esperanza para los
misericordiosos y compasivos, para todos los que han remado contra corriente en
un mundo marcado por el individualismo y la indiferencia, por el egoísmo y la
insolidaridad.
• María es esperanza para los que
conservan un corazón limpio en medio de un mundo en el que se respiran aires
fétidos de engaño y corrupción, de falsedad y de mentira.
• María es esperanza para los que se
esfuerzan en promover la paz y la armonía, en un momento en que la tolerancia
es una palabra que se entiende como derecho y nunca como un deber.
• María es esperanza para todos los que
son perseguidos por mantenerse fieles al ideal de la justicia, aun en medio de
un mundo que tiene más miedo a la soledad que al error.
– Santa María, reina de la esperanza,
intercede por nosotros, para que con la ayuda del Espíritu sigamos con alegría
el camino que el Padre nos ha revelado en tu Hijo Jesús, nuestro Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés
Sevilla, marzo 2017