“La Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras
de Dios (Jn 4,28)”. Así escribe san Juan de la Cruz en
la Llama de amor viva (1,6). Olvidó el agua del pozo de
Jacob y empezó a desear el agua que saltaba hasta la
vida eterna. En el desierto en que hoy nos movemos “estamos
llamados a ser personas-cántaros para dar de
beber a los demás” (papa Francisco, EG 86). Y esto es lo
que humildemente pretenden estos comentarios a la palabra de
Dios que se proclama en la celebración eucarística de los
domingos y de las fiestas del Ciclo A. Es de
esperar que, aunque se olvide el cántaro, se pueda disfrutar del agua de la vida que la Iglesia nos ofrece.